1 TESALONICENSES
CAPÍTULO 2
9.
Ver EGW com. Hech. 18: 1-3; 20: 17-35.
CAPÍTULO 3
13.
Ver EGW com. Rom. 6: 19, 22.
CAPÍTULO 4
3 (cap. 5: 23; ver EGW com. Juan 17: 17; Rom. 6: 19, 22; Efe. 4: 20-24; 2 Ped. 3: 18). La comunión de lo humano y lo divino.-
Nuestra santificación es la obra del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es el cumplimiento del pacto que Dios ha hecho con aquellos que se comprometen con él, a permanecer con él, con su Hijo y su Espíritu en santa comunión. ¿Habéis renacido? ¿Os habéis convertido en un nuevo ser en Cristo Jesús? Entonces cooperad con los tres grandes poderes del cielo que trabajan en favor de vosotros (MS 11, 1901).
Evidencias de santificación.-
La verdadera santificación se demostrará mediante una cuidadosa obediencia de todos los mandamientos de Dios, mediante un cuidadoso desarrollo de cada talento; por medio de una conversación decorosa, se demostrará revelando en cada acto la humildad de Cristo (RH 5-10- 1886).
(1 Juan 2: 3-4.) La verdadera señal de santificación.
Los que deshonran a Dios transgrediendo su ley pueden hablar de santificación; pero eso tiene tanto valor y es tan aceptable como lo fue la ofrenda de Caín. Obediencia a todos los mandamientos de Dios es la única verdadera señal de santificación. Desobediencia es la señal de deslealtad y apostasía (MS 41, 1897).
(Rom. 3: 24-28.) La santidad al alcance de todos.-
Dios ha elegido a los hombres desde la eternidad para que sean santos. "La voluntad de Dios es vuestra santificación". La ley de Dios no tolera ningún pecado, sino Que demanda perfecta obediencia. El eco de la voz de Dios siempre nos llega diciendo: Más santo, más santo todavía. Y nuestra respuesta siempre debe ser: Sí, Señor, más santo todavía. La santidad está al alcance de todos los que la buscan por fe, no debido a sus buenas obras sino a los méritos de Cristo. Se da poder divino a cada alma que lucha por la victoria sobre el pecado y Satanás.
Justificación significa la salvación de un alma de la perdición para que pueda obtener la santificación, y por medio de la santificación, la vida del cielo. Justificación significa que la conciencia, limpiada de obras muertas, es colocada donde puede recibir la bendición de la santificación (MS 113, 1902).
Santificación y comunión.
Santificación significa comunión habitual con Dios (RH 15-3-1906).
7.
Ver EGW com. Rom. 6: 19, 22.
13-14. Errores acerca de la venida de Cristo.-
Había otra razón más para que Pablo escribiera a estos hermanos. Algunos que poco antes habían sido llevados a la fe habían caído en errores en cuanto a los que habían muerto después de su conversión. Esperaban que todos serían testigos de la segunda 921 venida de Cristo; pero se entristecían mucho a medida que los creyentes caían uno tras otro bajo el poder de la muerte, lo que les haría imposible contemplar ese deseable suceso: la venida de Cristo en las nubes del cielo.
Algunos que habían caído en el error de que Cristo vendría en sus días, creían firmemente la fanática idea de que era digno de alabanza demostrar su fe renunciando a toda actividad, y resignándose a esperar en medio del ocio el gran acontecimiento que pensaban que estaba cercano (LP 110).
16 (ver EGW com. Mat. 28: 2-4). La última trompeta.-
Cuando Cristo venga para reunir consigo a los que han sido fieles, resonará la última trompeta y toda la tierra la oirá, desde las cumbres de las más altas montañas hasta las más bajas depresiones de las minas más profundas. Los muertos justos oirán el sonido de la última trompeta, y saldrán de sus tumbas para ser revestidos de inmortalidad y para encontrarse con su Señor (SpT Serie B, N.º 2, p. 24).
16-17.
Ver EGW com. Isa. 26: 19; 1 Cor. 15: 51-55; Apoc. 1: 7.
CAPÍTULO 5
17.
Ver EGW com. Prov. 4: 23.
19-21.
Ver EGW com. 1 Juan 4: 1.
23 (cap. 4: 3; Juan 17: 17). El hombre entero debe ser santificado.-
La verdad debe santificar a todo el hombre: su mente, sus pensamientos, su corazón, sus energías. Sus facultades vitales no deben consumirse en prácticas concupiscentes. Estas deben ser vencidas, o lo vencerán a él (Carta 108, 1898).
Quitando el miasma del pecado.-
Santificación, ¿cuántos entienden su significado pleno? La mente está nublada por la malaria sensual. Los pensamientos necesitan purificación. ¡Qué no podrían haber sido los hombres y las mujeres si hubieran comprendido que la manera en que se trata el cuerpo es de vital importancia para el vigor y la pureza de la mente y del corazón!
El verdadero cristiano participa de experiencias que producen santificación. Queda sin una mancha de culpa en la conciencia, sin una mancha de corrupción en el alma. La espiritualidad de la ley de Dios con sus principios restrictivos, penetra en su vida. La luz de la verdad irradia en su entendimiento. Un resplandor de perfecto amor por el Redentor despeja el miasma que se ha interpuesto entre su alma y Dios. La voluntad de Dios se ha convertido en su voluntad: pura, elevada, refinada y santificada. Su rostro revela la luz del cielo. Su cuerpo es un templo adecuado para el Espíritu Santo. La santidad adorna su carácter. Dios puede tener comunión con él, pues el alma y el cuerpo están en armonía con Dios (Carta 139, 1898).
Suyos por creación y redención.-
Dios quiere que comprendamos que tiene derecho a la mente, el alma, el cuerpo y el espíritu: a todo lo que poseemos. Somos suyos por creación y por redención. Como nuestro Creador, demanda nuestro servicio pleno; como nuestro Redentor, tiene una exigencia tanto de amor como de derecho [sobre nosotros], de amor sin paralelo. Debemos tener en cuenta esa exigencia en cada momento de nuestra existencia. Delante de creyentes y de incrédulos constantemente debemos reconocer nuestra dependencia de Dios. Nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra vida le pertenecen, no sólo porque son una dádiva gratuita, sino porque constantemente nos proporciona sus beneficios y nos fortalece para que usemos nuestras facultades. Al devolverle lo que le pertenece, al trabajar voluntariamente para él, mostramos que reconocemos nuestra dependencia de él (RH 24-11-1896).
Jesús nos pide que nos consagremos a él. Ha honrado manifiestamente a la raza humana, pues dice: "A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". Por lo tanto, ¿no le daremos a Cristo lo que él redimió con su muerte? Si queréis hacer esto, vivificará vuestra conciencia, renovará vuestro corazón, santificará vuestros afectos, purificará vuestros pensamientos y hará que todas vuestras facultades actúen para él. Cada motivo y cada pensamiento será llevado cautivo a Jesucristo.
Los que son hijos de Dios representarán a Cristo en carácter. Sus obras tendrán el perfume de la infinita ternura, la compasión, el amor y la pureza del Hijo de Dios. Y mientras más completamente se entreguen la mente y el cuerpo al Espíritu Santo, mayor será la fragancia de nuestra ofrenda para él (RH 24-11-1896). 922
CAPÍTULO 2
9.
Ver EGW com. Hech. 18: 1-3; 20: 17-35.
CAPÍTULO 3
13.
Ver EGW com. Rom. 6: 19, 22.
CAPÍTULO 4
3 (cap. 5: 23; ver EGW com. Juan 17: 17; Rom. 6: 19, 22; Efe. 4: 20-24; 2 Ped. 3: 18). La comunión de lo humano y lo divino.-
Nuestra santificación es la obra del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es el cumplimiento del pacto que Dios ha hecho con aquellos que se comprometen con él, a permanecer con él, con su Hijo y su Espíritu en santa comunión. ¿Habéis renacido? ¿Os habéis convertido en un nuevo ser en Cristo Jesús? Entonces cooperad con los tres grandes poderes del cielo que trabajan en favor de vosotros (MS 11, 1901).
Evidencias de santificación.-
La verdadera santificación se demostrará mediante una cuidadosa obediencia de todos los mandamientos de Dios, mediante un cuidadoso desarrollo de cada talento; por medio de una conversación decorosa, se demostrará revelando en cada acto la humildad de Cristo (RH 5-10- 1886).
(1 Juan 2: 3-4.) La verdadera señal de santificación.
Los que deshonran a Dios transgrediendo su ley pueden hablar de santificación; pero eso tiene tanto valor y es tan aceptable como lo fue la ofrenda de Caín. Obediencia a todos los mandamientos de Dios es la única verdadera señal de santificación. Desobediencia es la señal de deslealtad y apostasía (MS 41, 1897).
(Rom. 3: 24-28.) La santidad al alcance de todos.-
Dios ha elegido a los hombres desde la eternidad para que sean santos. "La voluntad de Dios es vuestra santificación". La ley de Dios no tolera ningún pecado, sino Que demanda perfecta obediencia. El eco de la voz de Dios siempre nos llega diciendo: Más santo, más santo todavía. Y nuestra respuesta siempre debe ser: Sí, Señor, más santo todavía. La santidad está al alcance de todos los que la buscan por fe, no debido a sus buenas obras sino a los méritos de Cristo. Se da poder divino a cada alma que lucha por la victoria sobre el pecado y Satanás.
Justificación significa la salvación de un alma de la perdición para que pueda obtener la santificación, y por medio de la santificación, la vida del cielo. Justificación significa que la conciencia, limpiada de obras muertas, es colocada donde puede recibir la bendición de la santificación (MS 113, 1902).
Santificación y comunión.
Santificación significa comunión habitual con Dios (RH 15-3-1906).
7.
Ver EGW com. Rom. 6: 19, 22.
13-14. Errores acerca de la venida de Cristo.-
Había otra razón más para que Pablo escribiera a estos hermanos. Algunos que poco antes habían sido llevados a la fe habían caído en errores en cuanto a los que habían muerto después de su conversión. Esperaban que todos serían testigos de la segunda 921 venida de Cristo; pero se entristecían mucho a medida que los creyentes caían uno tras otro bajo el poder de la muerte, lo que les haría imposible contemplar ese deseable suceso: la venida de Cristo en las nubes del cielo.
Algunos que habían caído en el error de que Cristo vendría en sus días, creían firmemente la fanática idea de que era digno de alabanza demostrar su fe renunciando a toda actividad, y resignándose a esperar en medio del ocio el gran acontecimiento que pensaban que estaba cercano (LP 110).
16 (ver EGW com. Mat. 28: 2-4). La última trompeta.-
Cuando Cristo venga para reunir consigo a los que han sido fieles, resonará la última trompeta y toda la tierra la oirá, desde las cumbres de las más altas montañas hasta las más bajas depresiones de las minas más profundas. Los muertos justos oirán el sonido de la última trompeta, y saldrán de sus tumbas para ser revestidos de inmortalidad y para encontrarse con su Señor (SpT Serie B, N.º 2, p. 24).
16-17.
Ver EGW com. Isa. 26: 19; 1 Cor. 15: 51-55; Apoc. 1: 7.
CAPÍTULO 5
17.
Ver EGW com. Prov. 4: 23.
19-21.
Ver EGW com. 1 Juan 4: 1.
23 (cap. 4: 3; Juan 17: 17). El hombre entero debe ser santificado.-
La verdad debe santificar a todo el hombre: su mente, sus pensamientos, su corazón, sus energías. Sus facultades vitales no deben consumirse en prácticas concupiscentes. Estas deben ser vencidas, o lo vencerán a él (Carta 108, 1898).
Quitando el miasma del pecado.-
Santificación, ¿cuántos entienden su significado pleno? La mente está nublada por la malaria sensual. Los pensamientos necesitan purificación. ¡Qué no podrían haber sido los hombres y las mujeres si hubieran comprendido que la manera en que se trata el cuerpo es de vital importancia para el vigor y la pureza de la mente y del corazón!
El verdadero cristiano participa de experiencias que producen santificación. Queda sin una mancha de culpa en la conciencia, sin una mancha de corrupción en el alma. La espiritualidad de la ley de Dios con sus principios restrictivos, penetra en su vida. La luz de la verdad irradia en su entendimiento. Un resplandor de perfecto amor por el Redentor despeja el miasma que se ha interpuesto entre su alma y Dios. La voluntad de Dios se ha convertido en su voluntad: pura, elevada, refinada y santificada. Su rostro revela la luz del cielo. Su cuerpo es un templo adecuado para el Espíritu Santo. La santidad adorna su carácter. Dios puede tener comunión con él, pues el alma y el cuerpo están en armonía con Dios (Carta 139, 1898).
Suyos por creación y redención.-
Dios quiere que comprendamos que tiene derecho a la mente, el alma, el cuerpo y el espíritu: a todo lo que poseemos. Somos suyos por creación y por redención. Como nuestro Creador, demanda nuestro servicio pleno; como nuestro Redentor, tiene una exigencia tanto de amor como de derecho [sobre nosotros], de amor sin paralelo. Debemos tener en cuenta esa exigencia en cada momento de nuestra existencia. Delante de creyentes y de incrédulos constantemente debemos reconocer nuestra dependencia de Dios. Nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra vida le pertenecen, no sólo porque son una dádiva gratuita, sino porque constantemente nos proporciona sus beneficios y nos fortalece para que usemos nuestras facultades. Al devolverle lo que le pertenece, al trabajar voluntariamente para él, mostramos que reconocemos nuestra dependencia de él (RH 24-11-1896).
Jesús nos pide que nos consagremos a él. Ha honrado manifiestamente a la raza humana, pues dice: "A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". Por lo tanto, ¿no le daremos a Cristo lo que él redimió con su muerte? Si queréis hacer esto, vivificará vuestra conciencia, renovará vuestro corazón, santificará vuestros afectos, purificará vuestros pensamientos y hará que todas vuestras facultades actúen para él. Cada motivo y cada pensamiento será llevado cautivo a Jesucristo.
Los que son hijos de Dios representarán a Cristo en carácter. Sus obras tendrán el perfume de la infinita ternura, la compasión, el amor y la pureza del Hijo de Dios. Y mientras más completamente se entreguen la mente y el cuerpo al Espíritu Santo, mayor será la fragancia de nuestra ofrenda para él (RH 24-11-1896). 922
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