martes, 23 de septiembre de 2008

EXODO:

CAPÍTULO 1
1.Ver el comentario de EGW sobre Deut. 1: 1.
8. Los egipcios pecaron al rehusar la luz.
El pecado de los egipcios estuvo en que habían rehusado la luz que Dios les había enviado tan bondadosamente mediante José (YI 15-4-1897).
CAPÍTULO 2
10 (Heb. 11: 26, 27). Moisés, en Egipto, estudió las leyes de Dios.
La fortaleza de Moisés radicaba en su relación con la Fuente de todo poder, el Señor Dios de los ejércitos. Moisés se levantó muy por encima de todo atractivo terrenal y confió plenamente en Dios. Consideró que pertenecía al Señor. Mientras tuvo que ver con los intereses oficiales del rey de Egipto, estudió constantemente las leyes del gobierno de Dios, y con eso su fe fue creciendo. Esa fe resultó valiosa para él. Estaba profundamente arraigada en el terreno de sus primeras enseñanzas, y la cultura de su vida debía prepararlo para la gran obra de liberar a Israel de la opresión. Meditaba en esas cosas; constantemente prestó oídos a su misión divina. Después de dar muerte al egipcio comprendió que no había entendido el plan de Dios, y huyó de Egipto para convertirse en pastor de ovejas. Ya no pensaba realizar una gran obra que permitió alcanzar gran humildad; se disipó la bruma que nublaba su mente, y disciplinó su intelecto para buscar su refugio en Dios (Carta 21a, 1893)
11 (Hech. 7: 22). Preparado para ser general en doble sentido.
Moisés era un hombre inteligente. En la providencia de Dios, se le dio la oportunidad de capacitarse para una gran obra. Fue cabalmente educado como general. Cuando marchó para hacer frente al enemigo, tuvo éxito; y al volver de la batalla todo el ejército le cantó alabanzas. A pesar de esto, constantemente recordaba que mediante él Dios se proponía liberar a los hijos de Israel (YI 29-1-1903).
CAPÍTULO 3
1. Jetro escogido.
Jetro fue escogido de la oscuridad del mundo gentil para revelar los principios del cielo. Dios siempre ha tenido instrumentos señalados, y siempre ha dado evidencias abundantes de que esos instrumentos fueron señalados por el cielo y enviados por el cielo (Carta 190, 1905).
Moisés transferido a una escuela privada.
Dios trasladó a Moisés de los palacios del lujo -donde le era complacido cada deseo- a una escuela más privada. Allí el Señor podía comunicarse con Moisés y educarlo para que se familiarizara con las penalidades, pruebas y peligros del desierto (YI 13-12-1900).
2-5. La zarza ardiente, una realidad.
Desconcertará al intelecto más perspicaz interpretar la manifestación divina de la zarza ardiente. No fue un sueño; no fue una visión; fue una realidad viviente: algo que Moisés vio con sus ojos. Oyó la voz de Dios que lo llamaba desde la zarza, y se cubrió el rostro comprendiendo que estaba en la presencia inmediata de Dios. Dios estaba conversando con la humanidad. Nunca pudo describir Moisés la impresión hecha sobre su mente por el espectáculo que entonces vio y por el sonido de la voz que le hablaba; pero nunca se desvaneció esa impresión. El cielo se le aproximó muchísimo cuando, con temor reverente, escuchó las palabras: "Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob". Qué maravillosa condescendencia que Dios dejara las cortes celestiales, y se manifestara a Moisés, hablando con él cara a cara "como habla cualquiera a su compañero" (Id, 20-12-1900).
14. Dios ve el futuro como vemos el presente.
YO SOY significa una presencia eterna. El pasado, el presente y el futuro son todos iguales para Dios. El ve los acontecimientos más remotos tanto de la historia del pasado como del futuro muy distante, con una visión tan clara como nosotros vemos lo que sucede diariamente. No sabemos lo que está delante de nosotros. Y si lo supiéramos, no contribuiría a nuestro bienestar eterno. Dios nos da una oportunidad para depositar fe y confianza en el gran YO SOY (MS 5a, 1895).
20. La plagas una señal del poder soberano de Dios.
Cuando los hijos de Israel estaban sometidos a los egipcios, Dios se reveló como un Dios por encima de toda autoridad humana, de toda grandeza humana. Las señales y milagros que efectuó en favor de su pueblo, muestran su poder sobre la naturaleza y sobre los más grandes entre los que adoraban la naturaleza, y que pasaban por alto el poder que hizo la naturaleza.Dios pasó por la orgullosa tierra de Egipto así como pasará por la tierra en los últimos días (RH 10-7-1900).
CAPÍTULO 4
10. Temeroso de introducir el yo en su trabajo.
Después de que terminó el tiempo de preparación y prueba de Moisés, y cuando una vez más se le dijo que fuera y liberara a Israel, aún le faltaba confianza propia, era lento para hablar y tímido. Dijo: "¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?" Puso como excusa su torpeza para hablar. Había sido el general de los ejércitos de Egipto, y ciertamente sabía cómo hablar; pero estaba temeroso de introducir el yo en su trabajo (MS 11, 1903).
21. El rechazo de la luz endurece el corazón.
Faraón vio las portentosas obras del Espíritu de Dios; vio los milagros que efectuaba el Señor mediante su siervo, pero rehusó obedecer la orden de Dios. El rebelde rey había inquirido orgullosamente: "¿Quién es Jehová para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? [Exo. 5: 2]". Y a medida que los castigos de Dios caían más y más duramente sobre él, persistía en su resistencia obstinada. Al rechazar la luz del cielo, se hizo duro y dejó de ser impresionable. La providencia de Dios estaba revelando el poder divino y esas manifestaciones, al ser desatendidas, fueron el medio que endureció el corazón de Faraón contra una luz mayor. Los que exaltan sus propias ideas por encima de la voluntad de Dios claramente especificada, están diciendo como Faraón: "¿Quién es Jehová para que yo oiga su voz?" Cada rechazo de la luz endurece el corazón y oscurece el entendimiento, y así les resulta a los hombres más y más difícil distinguir entre lo correcto y lo erróneo y se vuelven más osados en resistir la voluntad de Dios (MS 31, 1885).
(Mat. 12: 31,32). Dios entregó a Faraón en las manos de su propio yo.
Cada prueba adicional del poder de Dios que resistió el monarca egipcio, lo indujo a un más fuerte y persistente desafío de Dios. Así prosiguió la obra: el hombre finito luchando contra la expresa voluntad de un Dios infinito. Este caso es una clara ilustración del pecado contra el Espíritu Santo. "Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará". El Señor retiró su Espíritu gradualmente. Al quitar su poder represor, entregó al rey en las manos del peor de todos los tiranos: el yo (RH 27-7-1897).
(Gál. 6: 7). Faraón sembró obstinación y cosechó obstinación.
"Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará". Faraón sembró obstinación y segó obstinación. El mismo puso esta semilla en el terreno. No había más necesidad de que Dios, mediante algún nuevo poder, interviniera en su crecimiento, que la que hay de que intervenga en el crecimiento de un grano de maíz. Todo lo que se requiere es que una semilla sea dejada en la tierra para que germine y crezca hasta dar fruto según su especie. La cosecha revela la clase de semilla que ha sido sembrada (MS 126, 1901).
La rebelión engendra rebelión.
Después de que la plaga fue detenida, el rey rehusó dejar salir a Israel. La rebelión engendra rebelión. El rey se había endurecido de tal manera con su continua oposición a la voluntad de Dios, que todo su ser se alzó en rebeldía ante la tremenda exhibición del poder divino (3SG 215).
Israel sería preservado, aun al precio de la muerte de Faraón.
Faraón endureció su corazón contra el Señor y, a pesar de todas las señales y poderosas maravillas que había presenciado, se atrevió a amenazar de muerte a Moisés y a Aarón si aparecían otra vez delante de él. Si el rey no se hubiera endurecido en su rebelión contra Dios, hubiera sido humillado bajo la percepción del poder del Dios viviente que podía salvar o destruir. Habría sabido que Aquel que podía hacer tales milagros y multiplicar sus señales y prodigios, preservaría la vida de sus siervos elegidos aun cuando hubiese tenido que matar al rey de Egipto (Id., 220).
CAPÍTULO 7
10-12. La obra de los magos, una falsificación.
Los magos parecieron realizar con sus encantamientos varias cosas similares a las que Dios había efectuado por medio de Moisés y Aarón. En realidad no hicieron que sus varas se convirtieran en serpientes, sino que por su magia, ayudados por el gran engañador, hicieron que parecieran como serpientes para falsificar la obra de Dios. Satanás ayudó a sus siervos para que resistieran contra la obra del Altísimo, a fin de engañar a la gente y animarla en su rebelión. Faraón se aferraría de la más leve evidencia que pudiera obtener para justificarse al resistir la obra de Dios realizada por Moisés y Aarón. Dijo a esos siervos de Dios que sus magos podían hacer todas esas maravillas. La diferencia entre la obra de Dios y la de los magos consistía en que una era de Dios y la otra de Satanás. Una era verdadera y la otra falsa (Id., 205, 206).
CAPÍTULO 8
7. Faraón continuó con sus prácticas religiosas durante las plagas.
Durante las plagas de Egipto, Faraón fue puntual en el culto supersticioso que rendía al río, y lo visitó cada mañana, y en sus orillas ofreció alabanza y agradecimiento a las aguas; repasó el gran bien que realizaban, le habló al agua de su gran poder y le dijo que sin ella no podrían existir, pues sus tierras eran regadas por ella y proporcionaba alimento a sus mesas (4SG 54, 55).
CAPÍTULO 9
3. El efecto de las plagas puesto a prueba.
Los que obedecieron la orden del Señor reunieron su ganado en establos y casas, al paso que los que tenían endurecido el corazón, como Faraón, dejaron su ganado en el campo. Aquí hubo una oportunidad para poner a prueba el orgullo exacerbado de los egipcios y para mostrar cuántos había cuyo corazón realmente estuvo afectado por el maravilloso proceder de Dios con su pueblo, a quien ellos habían despreciado y tratado cruelmente (3SG 214).
CAPÍTULO 11
1, 8. Intrépidamente Moisés se encontró otra vez con Faraón.
A pesar de que a Moisés se le había prohibido volver a la presencia de Faraón, pues lo habían amenazado de muerte si volvía ante él; sin embargo, Moisés tenía un nuevo mensaje para el rey rebelde. De modo que caminó decididamente hasta llegar a su presencia, y sin temor se paró delante de él para declararle el mensaje del Señor. . .Cuando Moisés habló al rey de la plaga que vendría sobre ellos, más terrible que cualquiera de las que ya habían castigado a Egipto- que haría que todos los grandes consejeros del monarca se prosternaran delante de él y le rogaran que dejara salir a los israelitas- éste quedó muy airado. Estaba furioso porque no pudo intimidar a Moisés ni hacerlo temblar delante de su autoridad real. Pero Moisés se apoyó en procura de sostén en un brazo más poderoso que el de cualquier monarca terrenal (Id., 221, 222).
CAPÍTULO 12
31, 32. Faraón llevado del orgullo a la humildad.
Cuando fueron castigados los egipcios desde el rey en su trono hasta el siervo más humilde, con la muerte de sus primogénitos, hubo lamentos por todo Egipto. Entonces Faraón recordó su orgullosa jactancia: "¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel". Ahora se humilló y fue apresuradamente a Gosén con sus consejeros y sus gobernantes, y se inclinó delante de Moisés y de Aarón y les dijo que fueran y sirvieran a su Dios. Sus rebaños y manadas también debían ir, como ellos habían pedido. Les imploraron que se fueran, temiendo que si continuaban por más tiempo, todos ellos morirían. Faraón también le rogó a Moisés que lo bendijera, pensando esta vez que una bendición del siervo de Dios lo protegería de efectos posteriores de la terrible plaga (Id., 246).
38. Muchos egipcios reconocieron a Dios.
Por las manifestaciones de las señales y maravillas mostradas en Egipto, hubo un buen número de egipcios que fueron inducidos a reconocer que el Dios de los hebreos era el único Dios verdadero. Suplicaron que se les permitiera ir con sus familias a las casas de los israelitas, esa terrible noche cuando el ángel de Dios iba a matar a los primogénitos de los egipcios. Estaban convencidos que sus dioses, a los que habían rendido culto, no tenían conocimiento ni poder para salvar o destruir. Y prometieron que de allí en adelante el Dios de Israel sería su Dios. Decidieron salir de Egipto e ir con los hijos de Israel para adorar a su Dios. Los israelitas dieron la bienvenida a los egipcios creyentes en sus hogares (Id., 224, 225).
CAPÍTULO 14
15, 16, 21, 22. La mano de Cristo repelió las aguas.
La poderosa mano de Cristo repelió las aguas del mar Rojo, de modo que se detuvieron como una muralla. Así abrió un pasaje en seco a través del mar, e Israel pasó sin mojarse los pies (MS 155, 1899).
23, 26-28. La persecución de Israel terminó con el tiempo de gracia de los egipcios.
Cuando todo el ejército -"los carros y la caballería y todo el ejército de Faraón"- estuvo en el lecho mismo del mar, el Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar". Israel había pasado sin mojarse los pies, pero oía los gritos del ejército perseguidor. Cuando Moisés extendió su vara sobre el mar, las aguas represadas que habían permanecido como una gran muralla fluyeron en su curso natural. No escapó ni uno de todo ese vasto ejército de egipcios. Todos perecieron en su determinación de cumplir su propia voluntad y rechazar los caminos de Dios. Esa ocasión señaló el fin de su tiempo de gracia (MS 35, 1906).
25-27. Faraón pereció en el mar Rojo.
El monarca endureció su corazón y prosiguió, paso tras paso, en su camino de incredulidad, hasta que por todo el vasto reino de Egipto perecieron los primogénitos, el orgullo de cada hogar. Después de esto, salió presuroso con su ejército en persecución de Israel. Procuró traer de vuelta a un pueblo liberado por el brazo de la Omnipotencia. Pero estaba luchando contra un Poder mayor que cualquier poder humano, y pereció con sus huestes en las aguas del mar Rojo (MS 126, 1901).
CAPÍTULO 15
23-25 (Jer. 8: 22). Un bálsamo para cada herida.
Cuando Moisés presentó delante del Señor las tristes dificultades de los hijos de Israel, Dios no presentó ningún nuevo remedio, sino que les llamó la atención a lo que estaba a la mano, pues había un arbusto o mata que él había creado que había de ser echado en el agua para endulzar y purificar la fuente. Cuando se hizo eso, el pueblo sufriente pudo beber agua con seguridad y placer. Dios ha provisto un bálsamo para cada herida. Hay bálsamo y médico en Galaad (Carta 65a, 1894).
CAPÍTULO 16
3 (1 Cor. 6: 20). Efectos del apetito en el caso de Israel.
Cada vez que fue restringido su apetito, los israelitas quedaron insatisfechos y murmuraron y se quejaron contra Moisés y Aarón, y contra Dios... Pero Dios estaba probando a su pueblo. A fin de desarrollar lo que había en sus corazones, permitió que pasaran por severas pruebas. Cuando fracasaban, los traía de vuelta al mismo punto y los ponía a prueba un poco más estrecha y severamente. . .El gusto de ellos se había pervertido en Egipto. Dios quería restaurar su apetito a un estado de pureza y salud a fin de que pudieran disfrutar de los sencillos frutos que fueron dados a Adán y a Eva en el Edén. Estaba por establecerlos en un segundo Edén, una buena tierra donde podrían disfrutar de las frutas y de los cereales que les proporcionaría. Se proponía quitarles el régimen alimentario excitante con el que habían subsistido en Egipto, pues quería que estuvieran en perfecta salud y vigor cuando entraran en la hermosa tierra hacia la cual los estaba conduciendo, de modo que las naciones paganas circunvecinas se vieran constreñidas a glorificar al Dios de Israel, al Dios que había realizado una obra tan maravillosa para su pueblo. El nombre de Dios no podía ser glorificado a menos que el pueblo que lo reconocía como el Dios del cielo gozara de perfecta salud.Si los israelitas se hubieran sometido a los requisitos de Dios, habrían tenido una posteridad sana, pero eligieron seguir sus propios caminos, andando según los dictados de su propio corazón. Complacieron sus apetitos y consultaron sus gustos y deseos personales. Como resultado, el desierto quedó sembrado con sus cadáveres. De toda la gran multitud que salió de Egipto, seiscientos mil fuertes hombres de guerra, además de las mujeres y los niños, sólo dos entraron en la tierra prometida (MS 69, 1912).
10. El costo de la desobediencia.
Si hubiesen sido obedecidas todas las enseñanzas dadas por Cristo cuando estuvo envuelto en la columna de nube, la nación judía habría glorificado a Dios por encima de toda otra nación y pueblo sobre la faz de la tierra. Jerusalén no necesitaba haber sido destruida. Pero desobedeció los mandamientos de Dios al paso que les profesaba obediencia (Carta 195, 1899).
14, 15. La alimentación del desierto hizo que Israel fuera más dócil.
Si a los israelitas se les hubiese dado la alimentación que tuvieron en Egipto, habrían manifestado el espíritu indócil que el mundo muestra hoy. En la alimentación de hombres y mujeres de este siglo se incluyen muchas cosas que el Señor no hubiera permitido que comieran los hijos de Israel. La familia humana tal como es hoy, es una ilustración de lo que hubieran sido los hijos de Israel si Dios les hubiese permitido comer el alimento y seguir los hábitos y costumbres de los egipcios (Carta 44, 1903).
29 (cap. 20: 8-11). Un milagro preservó el sábado.
Mediante un milagro, Dios preservó la ley del sábado durante los cuarenta años de peregrinación por el desierto (MS 77, 1899).
CAPÍTULO 17
14-16 (1 Sam. 15: 2, 3). Amalec condenado a la destrucción.
Muchos años antes, Dios había resuelto la completa destrucción de Amalec. Este pueblo había levantado las manos contra Dios y su trono, y había jurado por sus dioses que Israel sería completamente consumido y que su Dios sería humillado, de modo que no pudiera librarlo de sus manos.Amalec se había mofado de los temores de su propio pueblo y se había burlado de las maravillosas obras realizadas por Dios mediante Moisés, para la liberación de Israel del poder de los egipcios. Se había jactado de que sus sabios y magos también podían efectuar esos mismos prodigios. Y si los hijos de Israel hubiesen estado cautivos en su poder como lo estuvieron en el de Faraón, ellos aseguraban que el mismo Dios de Israel no hubiera podido librarlos de sus manos. Despreciaron a Israel y juraron vejarlo hasta que no quedara un solo israelita (4SG 72, 73).Dios no quería que su pueblo poseyese nada que hubiera pertenecido a los amalecitas, pues su maldición descansaba sobre ellos y sus posesiones. Había decidido terminar su existencia y que su pueblo no guardara para sí nada de lo que él había maldecido. También deseaba que las naciones vieran el fin del pueblo que lo había desafiado y que reconocieran que habían sido destruidos por el mismo pueblo que habían despreciado. No habían de destruirlos para incrementar sus propios bienes o para glorificarse a sí mismos, sino para cumplir la palabra que el Señor pronunció acerca de Amalec (Id., 75).
CAPÍTULO 18
13.Ver com. de EGW Núm. 12: 3.
CAPÍTULO 19
3. Antiguas instrucciones que deben ser estudiadas
.Las instrucciones dadas a Moisés para el antiguo Israel, con sus trazos cortantes y rígidos, han de ser estudiadas y obedecidas por el pueblo de Dios de hoy día (Carta 259, 1903).
Moisés y Dios en concilio secreto.
Moisés, el dirigente visible de los israelitas, fue admitido en los concilios secretos del Altísimo. Al pueblo se le dio la evidencia de que Moisés ciertamente habló con Dios y recibió de él las instrucciones que les daba (Ibíd.).
3-8. El pacto de Dios es nuestro refugio.
El pacto que Dios hizo con su pueblo en el Sinaí ha de ser nuestro refugio y defensa. El Señor le dijo a Moisés:"Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardarais mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa"."Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras"."Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho haremos".Este pacto tiene tanta fuerza hoy día como la tuvo cuando el Señor lo hizo con el antiguo Israel (SW 1-3-1904).
7, 8 (se citan) (Isa. 56: 5). Una prenda del pacto
.Este es el voto que el pueblo de Dios ha de hacer en estos últimos días. Que Dios los acepte depende de un fiel cumplimiento de los términos de su convenio con él. Dios incluye en su pacto a todos los que le obedecen. Para todos los que hacen justicia y juicio, preservando su mano de hacer cualquier mal, la promesa es: "Yo les daré lugar en mi casa y dentro de mis muros, y nombre mejor que el de hijos e hijas; nombre perpetuo les daré, que nunca perecerá" (RH 23-6-1904).
9. La gloria de la nube emanaba de Cristo.
La nube que guiaba a Israel se detenía sobre el tabernáculo. La gloria de la nube emanaba de Jesucristo, que de en medio de la gloria hablaba con Moisés como había hablado con él desde la zarza ardiente. El brillo de la presencia de Dios estaba envuelto en la oscuridad de la nube que él convirtió en su pabellón, para que el pueblo pudiera soportar la contemplación de la nube como viendo a Aquel que es invisible. Este fue el plan de Dios por el cual pudiera aproximarse al hombre (MS 126, 1901).
CAPÍTULO 20
1-17 (Neh. 9: 6-15). El Padre junto al Hijo al promulgar la ley.
Cuando fue pronunciada la ley, el Señor, el Creador del cielo y de la tierra, estuvo al lado de su Hijo, rodeado por el fuego y el humo del monte. No fue aquí donde la ley fue dada primero sino que fue proclamada para que los hijos de Israel, cuyas ideas se habían vuelto confusas en su relación con los idólatras de Egipto, pudieran recordar sus términos y entender lo que constituye 1118 el verdadero culto de Jehová (ST 15-10-1896).
Adán y Eva conocían la ley.
Cuando fueron creados, Adán y Eva tenían un conocimiento de la ley de Dios. Estaba impresa en sus corazones y entendían lo que exigía de ellos (MS 99, 1902).
La ley de Dios existía antes de que el hombre fuera creado. Estaba adaptada a la condición de los seres santos; aun los ángeles eran gobernados por ella. Después de la caída, los principios de justicia quedaron inmutables. Nada fue quitado de la ley; no podía ser mejorado ninguno de sus santos preceptos. Y así como ha existido desde el principio, así continuará existiendo a través de los incesantes siglos de la eternidad. "Hace ya mucho que he entendido tus testimonios -dice el salmista-, que para siempre los has establecido" (ST 15-4-1886).
Ley adecuada para una categoría santa de seres.
El sábado del cuarto mandamiento fue instituido en el Edén. Después de que Dios había hecho el mundo y creado al hombre sobre la tierra, hizo el sábado para el hombre. Después del pecado y de la caída de Adán, nada fue quitado de la ley de Dios. Los principios de los Diez Mandamientos existieron antes de la caída y eran de un carácter adecuado para la condición de una categoría santa de seres. Después de la caída, los principios de esos preceptos no fueron cambiados sino se dieron preceptos adicionales adecuados para el hombre en su estado caído (3SG 295).
Redactados para adecuarse a la condición de inteligencias caídas.
La ley de Jehová, que existe desde la creación, estaba comprendida en dos grandes principios: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos". Estos dos grandes principios abarcan los primeros cuatro mandamientos, que muestran el deber del hombre hacia Dios, y los últimos seis, que muestran el deber del hombre hacia su prójimo. Los principios fueron más explícitamente presentados al hombre después de la caída, y redactados para adecuarse a la condición de inteligencias caídas. Esto fue necesario debido a que las mentes de los hombres quedaron cegadas por la transgresión (ST 15-4-1875).
La ley de Dios existía antes de la creación del hombre o, de lo contrario, Adán no podría haber pecado. Después de la transgresión de Adán, los principios de la ley no fueron cambiados sino exactamente arreglados y expresados para adaptarlos al hombre en su condición caída. Cristo, en consejo con su Padre, instituyó el sistema ceremonial de sacrificios, para que la pena de muerte en vez de caer inmediatamente sobre el transgresor fuera transferida a una víctima que debería prefigurar la ofrenda admirable y perfecta del Hijo de Dios (Id., 14-3-1878).
Los preceptos dados para resguardar el Decálogo
.Como consecuencia de la continua transgresión, la ley moral fue repetida desde el Sinaí con aterradora grandeza. Cristo dio a Moisés preceptos religiosos que debían gobernar la vida cotidiana. Esos estatutos fueron dados explícitamente para resguardar los Diez Mandamientos. No eran símbolos borrosos que terminarían con la muerte de Cristo. Debían estar en vigencia para los seres humanos de todos los siglos mientras durara el tiempo. Esos mandamientos recibían su fuerza del poder de la ley moral, y clara y definidamente explicaban esa ley (Id., 15-4-1875).
(Isa. 58: 13, 14). Cada especificación es el carácter de Dios.
El Dios del cielo ha colocado una bendición sobre los que guardan los mandamientos de Dios. ¿Nos destacaremos como un pueblo peculiar de Dios, u hollaremos la ley de Dios y diremos que no está en vigencia? Eso sería como si Dios se hubiera abolido a sí mismo. En la ley, cada especificación es el carácter del Dios infinito (MS 12, 1894).
La ley denuncia el más leve pecado.
Dios ha dado su ley para regir la conducta de las naciones, las familias y los individuos. No hay ningún obrador de iniquidad -aunque su acción sea la más leve y la más secreta- que escape a la acusación de esa ley (MS 58, 1897).
La santidad dada a conocer.
Nuestro deber de obedecer esta ley ha de ser la nota dominante del último mensaje de misericordia al mundo. La ley de Dios no es algo nuevo. No es la santidad creada, sino la santidad dada a conocer. Es un código de principios que expresan misericordia, bondad y amor. Presenta el carácter de Dios ante la humanidad caída y declara llanamente todo el deber del hombre (MS 88, 1897).
(Juan 14: 15). Diez Mandamientos: diez promesas.
Los Diez Mandamientos, con sus órdenes y prohibiciones, son diez promesas que se nos aseguran si prestamos obediencia a la ley que gobierna el universo. "Si me amáis, guardad mis mandamientos". Aquí están el meollo y la sustancia de la ley de Dios. Aquí están bosquejados los términos de la salvación para cada hijo e hija de Adán (MS 41, 1896).
Los diez santos preceptos enunciados por Cristo en el monte Sinaí fueron la revelación del carácter de Dios e hicieron conocer al mundo el hecho de que él tenía potestad sobre toda la heredad humana. Esa ley de los diez preceptos del amor más grande que pueda ser presentado al hombre es la voz del Dios del cielo que habla al alma la promesa: "Haz esto, y no quedarás bajo el control y dominio de Satanás". No hay nada negativo en aquella ley aunque parezca así. Es HAZ, y Vivirás (Carta 89, 1898).
(Rom. 12: 1; 2 Ped. 1: 4). Una muralla de protección.
En los Diez Mandamientos, Dios ha establecido las leyes de su reino. Cualquier violación de las leyes de la naturaleza es una violación de la ley de Dios.El Señor ha dado sus santos mandamientos para que sean una muralla de protección en torno de sus seres creados, y los que deseen preservarse de la contaminación de apetitos y pasiones, pueden llegar a ser participantes de la naturaleza divina. Sus percepciones serán claras. Sabrán cómo preservar sanas sus facultades, de modo que puedan ser presentadas a Dios en términos de servicio. El Señor puede usarlos pues comprenden las palabras del gran apóstol: "Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional" (MS 153, 1899).
3-17 (Prov. 4: 20.22). Salud en la obediencia a la ley de Dios.
El amor de Jesús en el alma desterrará todo odio, egoísmo y envidia; pues la ley del Señor es perfecta que convierte el alma. Hay salud en la obediencia a la ley de Dios. Los afectos del obediente buscan a Dios. Contemplando al Señor Jesús, podemos animarnos y servirnos mutuamente. El amor de Cristo se propaga en nuestra alma, y no hay disensión ni contienda entre nosotros (MS 152, 1901).
No había otros que profesaban guardar los mandamientos.
La antigua iglesia judía constituyó el pueblo de Dios grandemente favorecido, sacado de Egipto y reconocido como tesoro peculiar divino. Las muchas preciosas y grandísimas promesas dadas para ellos como pueblo, fueron la esperanza y confianza de la iglesia judía. Aquí confiaron y creyeron que su salvación estaba asegurada. Ningún otro pueblo profesaba ser gobernado por los mandamientos de Dios (Redemption: or the First Advent of Christ [Redención: o el primer advenimiento de Cristo], pág. 35).
3. Depender de uno mismo es idolatría
.Los idólatras son condenados por la Palabra de Dios. Su necedad consiste en confiar en sí mismos para obtener salvación, en prosternarse ante las obras de sus propias manos. Dios clasifica como idólatras a los que confían en su propia sabiduría, sus propias maquinaciones, que dependen para el éxito de sus riquezas y poder, que se esfuerzan por fortalecerse mediante alianzas con hombres a quienes el mundo llama grandes, pero que no logran discernir las exigencias ineludibles de la ley divina (RH 15-3-1906).
Falsos conceptos en cuanto a Dios son idolatría.
¿Somos adoradores de Jehová o de Baal? ¿Del Dios viviente o de los ídolos? Quizá no haya santuarios externos visibles; quizá no haya imágenes para que se posen en ellas los ojos; sin embargo, podemos estar practicando la idolatría. Es tan fácil hacer un ídolo de las ideas fomentadas o de los objetos, como dar forma a dioses de madera o de piedra. Miles tienen un falso concepto de Dios y de sus atributos. Están tan ciertamente sirviendo a un dios falso como lo hicieron los servidores de Baal (Id., 3-12-1908).
Satanás planta su trono entre el cielo y la tierra.
Satanás logró la caída del hombre, y desde ese tiempo ha sido su obra erradicar del hombre la imagen de Dios y estampar sobre el corazón humano su propia imagen. Poseyendo la supremacía en la culpabilidad, exige la supremacía para sí y ejerce sobre sus súbditos el poder de la realeza. No puede expulsar a Dios de su trono, pero mediante el sistema de idolatría, planta su propio trono entre el cielo y la tierra, entre Dios y el adorador humano (Id., 22-10-1895).
4-6. El segundo mandamiento y los cuadros.
Unos pocos han condenado los cuadros argumentando que son prohibidos por el segundo mandamiento, y que todo lo de esta naturaleza debería ser destruido... El segundo mandamiento prohibe el culto de las imágenes; pero Dios mismo empleó cuadros y símbolos para presentar ante sus profetas lecciones que quería que dieran al pueblo, y que así podían ser mejor entendidas que si hubieran sido dadas de otra manera. Recurrió a la comprensión mediante el sentido de la vista. La historia profética fue presentada a Daniel y a Juan en símbolos, y éstos habían de ser representados claramente sobre tablas para que el que leyera pudiera entender (HS 212).
8-11 (Gén. 2: 9, 16, 17; Exo. 16: 29). El sábado, una prueba de lealtad.
Cada hombre ha sido colocado a prueba como lo fueron Adán y Eva en el Edén. Así como el árbol de la ciencia fue colocado en medio del huerto del Edén, así el mandamiento del sábado está colocado en medio del Decálogo. En cuanto al fruto del árbol de la ciencia se presentó la prohibición: "No comeréis de él ... para que no muráis" [Gén. 3: 3]. Dios dijo del sábado: No lo profanéis sino guardadlo santamente... Así como el árbol de la ciencia fue la prueba de la obediencia de Adán, así el cuarto mandamiento es la prueba que Dios ha dado para probar la lealtad de todos los suyos. La experiencia de Adán ha de ser una amonestación para nosotros mientras dure el tiempo. Nos advierte que no recibamos ninguna afirmación de boca de hombres o de ángeles que menoscabe una jota o una tilde de la sagrada ley de Jehová (RH 30-8-1898).
14. El culto falso es adulterio espiritual.
Todo culto falso es adulterio espiritual. El segundo precepto, que prohibe el culto falso, es también una orden de adorar a Dios y servirle sólo a él. El Señor es un Dios celoso. Nadie lo tratará con ligereza impunemente. Ha hablado acerca de la manera en que debiera rendírsele culto. Detesta la idolatría pues su influencia es corruptora: envilece la mente y conduce a la sensualidad y a toda clase de pecados (MS 126, 1901).
16 (Gál. 6: 7). Hablar con liviandad puede ser un falso testimonio.
La calumnia se propaga más de lo que suponemos. El mandamiento: "No hablarás... falso testimonio" significa mucho más de lo que nos damos cuenta. Se da falso testimonio vez tras vez con liviandad aun acerca de los obreros a quienes Dios ha enviado. Las semillas de la envidia, de los malos pensamientos y del mal hablar germinan y producen una cosecha según su especie que será recogida por el que plantó la semilla. "Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Carta 9, 1892).
CAPÍTULO 21
1-6. El cuidado de los intereses de los siervos.
El Señor deseaba preservar los intereses de los siervos. Ordenó a los israelitas que fueran misericordiosos y que tuvieran en cuenta que ellos mismos habían sido siervos. Se les ordenó que fueran considerados con los derechos de sus siervos. En ningún caso debían abusar de ellos. Al tratarlos no debían ser exigentes como los capataces egipcios habían sido con ellos. Habían de ejercer ternura y compasión en el trato con sus siervos. Dios deseaba que se pusieran en el lugar de los siervos y los trataran como hubieran deseado que otros los trataran a ellos en las mismas circunstancias.Debido a la pobreza, algunos eran vendidos como esclavos por sus padres. Otros, que eran sentenciados por crímenes por los jueces, eran vendidos como esclavos. El Señor especificó que aun ésos no debían ser tenidos como esclavos más de siete años. Al final de ese tiempo cada siervo recibía su libertad o, si así prefería, se le permitía quedar con su amo. Así resguardó Dios los intereses de los humildes y de los oprimidos. Así ordenó un noble espíritu de generosidad, y animó a todos a cultivar un amor por la libertad, porque el Señor los había hecho libres. Cualquiera que rehusara la libertad cuando tenía el privilegio de recibirla, era marcado. Este no era un distintivo de honor para él, sino una señal de ignominia. Así Dios fomentaba el cultivo de un espíritu elevado y noble, más bien que un espíritu de servidumbre y esclavitud.Dios desea que los cristianos respeten la libertad que les ha dado en una forma tan maravillosa. En Cristo tiene validez la propiedad de cada hombre. Dios ha comprado a la humanidad. La mente de un hombre o el poder de un hombre no debiera regir ni controlar la conciencia de otro. A la vista de Dios, la riqueza y la posición no exaltan a una persona por encima de otra. Cada uno está en libertad de elegir el servicio de Dios, de amar al Señor y guardar todos sus mandamientos (MS 126, 1901).
CAPÍTULO 23
16 (Juan 7). El sacrificio de Cristo proporciona mercedes.
Los ríos de sangre que fluían en ocasión de la acción de gracias de la cosecha, cuando se ofrecían sacrificios en tan grandes cantidades, tenían el propósito de enseñar una gran verdad, pues aun los productos de la tierra, las mercedes provistas para el sustento del hombre, las debemos a la ofrenda de Cristo sobre la cruz del Calvario. Dios nos enseña que todo lo que recibimos de él es la dádiva del amor redentor (RH 10-11-1896).
CAPÍTULO 24
4-8. Ratificación del pacto.
Se hizo entonces la preparación para la ratificación del pacto, de acuerdo con las instrucciones de Dios...Aquí los israelitas recibieron las condiciones del pacto. Hicieron un pacto solemne con Dios, que representaba el pacto hecho entre Dios y cada creyente en Jesucristo. Las condiciones fueron claramente presentadas delante del pueblo. No se los dejó librados a entenderlas mal. Cuando se les requirió que decidieran si convenían con todas las condiciones dadas, unánimemente consintieron en obedecer cada obligación. Ya habían consentido en obedecer los mandamientos de Dios. Fueron especificados entonces los principios de la ley para que ellos pudieran saber cuánto estaba implicado en comprometerse a obedecer la ley; y aceptaron los detalles específicamente definidos de la ley.Si los israelitas hubiesen obedecido los requisitos de Dios, hubieran sido cristianos prácticos. Habrían sido felices pues habrían estado siguiendo por los caminos de Dios y no las inclinaciones de sus propios corazones naturales. Moisés no los dejó que interpretaran erróneamente las palabras del Señor o que aplicaran mal sus requisitos. Escribió todas las palabras del Señor en un libro para que se pudiera hacer referencia a ellas después. En el monte las había escrito como las dictó Cristo mismo.Valientemente los israelitas pronunciaron las palabras que prometían obediencia al Señor, después de escuchar el pacto divino leído a oídos del pueblo... Dijeron: "Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos". Entonces el pueblo fue puesto aparte y sellado para Dios. Se ofreció un sacrificio al Señor. Se asperjó sobre el altar una porción de la sangre del sacrificio. Esto significaba que el pueblo se había consagrado -cuerpo, mente y alma- a Dios. Una porción fue asperjada sobre el pueblo. Esto significaba que mediante la sangre asperjada de Cristo, Dios bondadosamente los aceptaba como su tesoro especial. Así los israelitas entraron en un pacto solemne con Dios (MS 126, 1901).
CAPÍTULO 25
17-22. Ángeles vivientes junto al arca celestial.
El arca del santuario terrenal era el modelo de la verdadera arca del cielo. Allí, junto al arca celestial, hay ángeles vivientes, cada uno con un ala protegiendo el propiciatorio y extendiéndola hacia lo alto, al paso que las otras alas están plegadas sobre ellos como señal de reverencia y humildad (ST 21-3-1911).
CAPÍTULO 26
31. El velo del templo renovado anualmente.
En el momento en que murió Cristo, había sacerdotes que ministraban en el templo delante del velo que separaba el lugar santo del lugar santísimo. De pronto, sintieron que la tierra temblaba debajo de ellos, y el velo del templo, una fuerte y rica cortina que se había renovado anualmente, fue rasgado en dos desde arriba hasta abajo por la misma mano no humana que escribió las palabras de condenación sobre las paredes del palacio de Belsasar (3SP 166, 167).
CAPÍTULO 27
1 (cap. 38: 1). El servicio del altar restaurado.
Se dieron instrucciones para construir un altar para ofrecer sacrificios, un servicio que casi había terminado completamente. Mientras estuvieron bajo la servidumbre egipcia, las ideas de los israelitas acerca de los sacrificios habían sido grandemente influidas por las ideas de los egipcios, los cuales habían aprendido de Israel cuando los israelitas fueron a Egipto por primera vez, pero habían mezclado la verdad con la falsedad de la idolatría. Tenían prácticas sumamente indecentes en relación con el culto en sus altares paganos. La ley dada en el Edén y repetida en el Sinaí era esencial para el Israel de Dios, pues durante la servidumbre de Egipto se habían perdido de vista las exigencias de Dios y sus mandamientos. Por eso Dios pronunció su ley con voz audible a oídos de todo el pueblo. Quería que oyeran sus mandamientos y los obedecieran (MS 58, 1900).
CAPÍTULO 31
1-6 (1 Tim. 5: 13). El entremetimiento castigado con la muerte.
El Señor anhela ver que su obra sea hecha tan perfectamente como sea posible. En el desierto, los israelitas tuvieron que aprender a realizar con exactitud y prontitud la obra relacionada con el orden del campamento y especialmente la obra del tabernáculo, sus ornamentos y su servicio. Todos tuvieron que aprender antes de poder realizar esa obra, nueva para ellos. Tuvieron que ser preparados antes de poder hacerla como Dios deseaba. Había hombres que estaban listos para dar consejos y pareceres y para entremeterse en la obra de armar y desarmar el tabernáculo; y fueron muertos los que descuidaron su obra especial para entremeterse en la obra de otros, pensando que tenían sabiduría especial y que sabían cómo debía ser hecha. A cada uno hubo que enseñarle el valor de la prontitud y la exactitud en cada puesto de confianza. Hubo que exigir un esfuerzo a la memoria y tuvieron que comprender la responsabilidad de hacer todo en su debido tiempo.Esta es la disciplina que el Señor antiguamente dio a su pueblo, y es la disciplina que debiera existir en nuestras misiones, nuestros colegios, nuestras editoriales, nuestros sanatorios. A Dios le gusta ver que los hombres comprendan sus puntos débiles y en vez de cerrar los ojos a sus defectos, debieran hacer esfuerzos perseverantes para vencerlos (MS 24, 1887).
¿Cómo podría hacerse la obra?
Israel había estado todo el tiempo en la servidumbre de Egipto, y aunque en su medio había hombres ingeniosos, no habían sido instruidos en las artes singulares necesarias para la edificación del tabernáculo. Sabían cómo hacer ladrillos, pero no entendían cómo trabajar con oro y plata. ¿Cómo iba a hacerse la obra? ¿Quién era suficiente para esas cosas? Estas fueron preguntas que turbaron la mente de Moisés.Entonces Dios mismo explicó cómo había de hacerse la obra. Mencionó por nombre a las personas que deseaba que hicieran cierta obra. Bezaleel había de ser el arquitecto. Este hombre pertenecía a la tribu de Judá; una tribu a la que Dios se deleitaba en honrar (MS 29, 1908).
2-7. No se dependió de expertos egipcios.
En tiempos antiguos, el Señor mandó a Moisés que le construyera un santuario. El pueblo debía proporcionar el material y había que encontrar hombres hábiles para que manipularan el precioso material. Entre la multitud había egipcios que habían actuado como capataces de una obra tal y que entendían plenamente cómo debía ser hecha. Pero la obra no dependía de ellos. El Señor se unió con instrumentos humanos, dándoles sabiduría para obrar hábilmente. [Se cita Exo. 31: 2-7].Los que trabajan en el servicio de Dios hoy en día, oren a él en procura de sabiduría y aguda perspicacia para que puedan hacer su obra perfectamente (MS 52, 1903).
13 (cap. 25: 8). El sábado guardado durante la construcción.
Dios ordenó que se construyera un tabernáculo, donde pudieran adorarle los israelitas durante su peregrinación por el desierto. Se dieron órdenes del cielo para que ese tabernáculo fuera construido sin demora. Debido a lo sagrado de la obra y la necesidad de premura, algunos argüían que la obra del tabernáculo debía seguir adelante en el sábado, así como en los otros días de la semana. Cristo oyó esas insinuaciones y vio que el pueblo estaba en gran peligro de quedar entrampado al concluir que estaría justificado si trabajaba en sábado a fin de que el tabernáculo pudiera completarse tan rápidamente como fuera posible. Recibieron la orden: "En verdad guardaréis mis días de reposo". Aunque la obra del tabernáculo debía ser llevada adelante en forma expeditiva, el sábado no debía ser empleado como un día de trabajo. Aun la obra en la casa del Señor debía dar paso a la observancia sagrada del día de descanso del Señor. Hasta ese punto es celoso Dios en honrar el monumento recordativo de la creación (RH 28-10-1902).
18. La ley original en el arca celestial.
Os amonesto: no coloquéis vuestra influencia contra los mandamientos de Dios. Esa ley es tal como Jehová la escribió en el templo del cielo. El hombre puede hollar su copia terrenal, pero el original se conserva en el arca de Dios en el cielo; y sobre la cubierta de esa arca, precisamente encima de esa ley está el propiciatorio. Jesús está allí mismo, delante de esa arca, para mediar por el hombre (MS 6a, 1886).
La ley preservada en el arca.
"Y dio [Cristo] a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios". Nada escrito sobre esas tablas podía ser raído. El precioso registro de la ley fue colocado en el arca del testamento y está todavía allí, oculto y a salvo de la familia humana. Pero en el tiempo señalado por Dios, él sacará esas tablas de piedra para que sean un testimonio ante todo el mundo contra la desobediencia de sus mandamientos y contra el culto idolátrico de un día de reposo falsificado (MS 122, 1901).Hay abundantes evidencias de la inmutabilidad de la ley de Dios. Fue escrita con el dedo de Dios, para no ser nunca borrada, para no ser nunca destruida. Las tablas de piedra están ocultas por Dios para ser presentadas en el gran día del juicio, tal como él las escribió (RH 26-3-1908).Cuando el juez se siente y se abran los libros, y cada ser humano sea juzgado de acuerdo con las cosas escritas en ellos, entonces las tablas de piedra, ocultas por Dios hasta ese día, serán presentadas delante del mundo como la norma de justicia. Entonces los hombres y las mujeres verán que el requisito indispensable para su salvación es la obediencia a la perfecta ley de Dios. Nadie encontrará excusa para el pecado. Por los justos principios de esa ley, los hombres recibirán su sentencia de vida o de muerte (Id., 28-1-1909).
CAPÍTULO 32
1, 2. El pecado de Aarón, ser pacificador.
Repetimos el pecado de Aarón pacificando, cuando la vista debería ser clara para discernir el mal y presentarlo tal como es, aun cuando nos coloque en una posición desagradable porque nuestros motivos pueden ser mal comprendidos. No debemos permitir que se dañe o se haga mal a ningún hermano o a ninguna alma con quien nos relacionemos. Este descuido de mantenerse firmemente de parte de la verdad fue el pecado de Aarón. Si él hubiese hablado claramente la verdad, nunca se hubiera hecho ese becerro de oro. El mismo espíritu que lo indujo a eludir declarar toda la verdad por temor a ofender, lo llevó a practicar una falsedad al señalar al becerro de oro como una representación de Aquel que los sacó de Egipto. Así una infidelidad lleva a otra (Carta 10, 1896).
4, 5. Un ídolo proclamado Dios.
El resultado de la murmuración de ellos y su incredulidad fue que Aarón les hizo un becerro de oro para representar a Dios. Proclamó que ese ídolo era Dios, y se despertó muchísimo entusiasmo por ese falso dios (RH 6-9-1906).
19. Las tablas de la ley rotas a propósito.
Con profundo desánimo e ira debido al gran pecado de ellos, él [Moisés] arrojó al suelo las tablas de piedra, por orden divina, con el propósito de romperlas a la vista del pueblo, mostrando así que éste había quebrantado el pacto tan recientemente hecho con Dios (ST 20-5-1880).
CAPÍTULO 34
28 (Mat. 4: 1-11). Sin la angustia del hambre.
En ocasiones especiales, Moisés había estado todo ese tiempo [cuarenta días] sin alimento. Pero no sintió la angustia del hambre. No fue acosado ni atormentado por un vil y, sin embargo, poderoso enemigo. Moisés fue elevado por encima de lo humano, fue envuelto en la gloria de Dios y fue especialmente sostenido por Dios. Esta excelente gloria lo rodeó a él (Redemption:or the First Advent of Christ [Redención: o el primer advenimiento de Cristo], págs. 47, 48).
29. Cristo es la gloria de la ley.
La gloria que brilló en el rostro de Moisés era un reflejo de la justicia de Cristo revelada en la ley. La ley misma no tenía gloria, sólo que en ella estaba personificado Cristo. La ley carece de poder para salvar. Sólo tiene esplendor porque en ella Cristo está representado con plenitud de justicia y verdad (RH 22-4-1902).
29-33 (2 Cor. 3:13-15). Moisés vio el día de Cristo.
En el monte, cuando se dio la ley a Moisés, también le fue mostrado Aquel que había de venir. Vio la obra de Cristo y su misión en la tierra cuando el Hijo de Dios tomaría sobre sí mismo la humanidad y llegaría a ser un maestro y guía para el mundo, y al fin se daría a sí mismo en rescate por nuestros pecados. Cuando se ofreciera la perfecta Ofrenda por los pecados de los hombres, habían de cesar las ofrendas de sacrificios que simbolizaban la obra del Mesías. Con el advenimiento de Cristo, había de levantarse el velo de incertidumbre y un torrente de luz brillaría sobre el oscurecido entendimiento de su pueblo. Cuando Moisés vio el día de Cristo, y el nuevo y viviente camino de salvación que había de ser abierto mediante su sangre, quedó cautivado y extasiado. Tenía en su corazón alabanza a Dios, y su rostro reflejaba de tal manera la gloria divina que había acompañado la promulgación de la ley, que cuando descendió del monte para reunirse con Israel, ese esplendor fue insoportable para el pueblo. Debido a sus transgresiones, el pueblo no podía contemplar su rostro, de modo que él se lo cubrió con un velo para no infundirles espanto...Si los israelitas hubieran discernido la luz del Evangelio que fue manifestada a Moisés, si por fe hubieran podido mirar resueltamente el fin de lo que fue abolido, habrían podido soportar la luz que refulgía del rostro de Moisés, "Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado". Los judíos, como pueblo, no discernieron que el Mesías a quien ellos rechazaron era el Ángel que guió a sus padres en sus andanzas por el desierto. Hasta el día de hoy, el velo está sobre sus corazones, y su oscuridad les oculta las buenas nuevas de la salvación mediante los méritos de un Redentor crucificado (ST 25-8-1887).

3 comentarios:

DIANA dijo...

Amen Dios transformame

Unknown dijo...

Muy interesante, descubrí datos muy importantes.

Unknown dijo...

La cita 10. El costo de la desobediencia de que libro es.