CAPÍTULO 1
1. Estudiad Deuteronomio cuidadosamente.-
El libro de Deuteronomio debiera ser cuidadosamente estudiado por los que viven hoy en la tierra. Contiene un registro de las instrucciones dadas a Moisés para que él las transmitiera a los hijos de Israel. En él se repite la ley...La ley de Dios debía ser repetida con frecuencia a Israel. Para que no se olvidaran sus preceptos, debía ser mantenida delante del pueblo y siempre había de ser exaltada y honrada. Los padres debían leerla a sus hijos, enseñándosela línea tras línea, precepto tras precepto. Y en ocasiones públicas, la ley había de ser leída para que la oyera todo el pueblo.La prosperidad de Israel dependía de su obediencia a esta ley. Si eran obedientes, les iba a dar vida; si eran desobedientes, muerte (RH 31-12-1903).
(Exo. 1: 1). Estudiad más Deuteronomio y Exodo.-
No les damos suficiente importancia a Deuteronomio y Exodo. Estos libros registran el trato de Dios con Israel. Dios tomó a los israelitas de la esclavitud y los guió a través del desierto a la tierra prometida (MS 11, 1903).
6-10. El invisible líder de Israel gobernó mediante instrumentos visibles.-
El Señor Dios del cielo es nuestro líder. Es un líder a quien podemos seguir con seguridad pues no comete errores. Honremos a Dios y a su Hijo Jesucristo mediante el cual se comunica con el mundo. Fue Cristo quien dio a Moisés la instrucción que el Salvador dio a los hijos de Israel. Fue Cristo quien libertó a los israelitas de la servidumbre egipcia. Moisés y Aarón fueron los líderes visibles del pueblo. El líder invisible dio a Moisés instrucciones para que las transmitiera al pueblo.Si Israel hubiese obedecido las directivas que le fueron dadas por Moisés, ninguno de los que comenzaron el viaje al salir de Egipto hubiera caído en el desierto presa de la enfermedad y de la muerte. Estaban bajo un Guía seguro. Cristo se había comprometido a guiarlos a salvo a la tierra prometida si seguían su dirección. Esa vasta multitud, que constaba de más de un millón de personas, estaba bajo su conducción directa. Eran su familia. Estaba interesado en cada uno de ellos (MS 144, 1903).
CAPÍTULO 4
1. Estúdiense los capítulos cuatro a ocho.
Le pido que estudie del capítulo cuarto al octavo de Deuteronomio para que pueda entender lo que Dios requirió de su pueblo antiguo a fin de que fuera gente santa para él. Nos estamos aproximando al día de la gran revisión final de Dios, cuando los habitantes de este mundo han de encontrarse delante del juez de toda la tierra para responder por sus hechos. Ahora estamos en el tiempo de investigación. Antes del día de la revisión de Dios, cada carácter habrá sido investigado, cada caso decidido para la eternidad. Léanse con provecho las palabras del siervo de Dios registradas en estos capítulos (Carta 112, 1909).
CAPÍTULO 6
1, 2 (se citan). Resultados de la obediencia.-
Se nos enseña en este pasaje que la obediencia a los requerimientos de Dios coloca al obediente bajo las leyes que controlan el ser físico. Los que quieren preservar su salud deben subyugar todos los apetitos y las pasiones. No deben dar rienda suelta a las pasiones concupiscentes y al apetito desenfrenado, pues han de estar bajo el control de Dios, y sus facultades físicas, mentales y morales han de ser tan sabiamente empleadas como para que el mecanismo del cuerpo permanezca funcionando bien. Salud, vida y felicidad son el resultado de la obediencia a las leyes físicas que gobiernan nuestro cuerpo. Si nuestra voluntad y nuestro proceder están de acuerdo con la voluntad y el proceder de Dios, si hacemos lo que agrada a nuestro Creador, él mantendrá en buenas condiciones el organismo humano y restaurará las facultades morales, mentales y físicas a fin de poder obrar mediante nosotros para su gloria. Su poder restaurador constantemente se manifiesta en nuestro cuerpo. Si cooperamos con él en esa obra, los resultados seguros son salud y felicidad, paz y utilidad (MS 151, 1901).
6-9 (se citan) (vers. 25; Rom. 10: 5). La obediencia por fe es justicia por la fe.
Cuando colocamos nuestra vida en completa obediencia a la ley de Dios, considerando a Dios como nuestro Guía supremo, y nos aferramos a Cristo como nuestra esperanza de justicia, Dios obrará en nuestro favor. Esta es una justicia de fe, una justicia oculta en un misterio del cual los mundanos no saben nada y que no pueden entender. Sofistería y contienda forman parte del séquito de la serpiente, pero los mandamientos de Dios -diligentemente estudiados y practicados - nos abren una comunicación con el cielo y hacen que distingamos lo verdadero de lo falso. Esta obediencia da como resultado en nosotros la voluntad divina que produce en nuestra vida la justicia y perfección que se vieron en la vida de Cristo (MS 43, 1907).
CAPÍTULO 9
9.Ver com. de EGW Exo. 34: 28.
CAPÍTULO 15
11. Ni una hebra de egoísmo en la trama de la vida.
Deuteronomio contiene muchas instrucciones acerca de lo que la ley es para nosotros, y de nuestra relación con Dios cuando reverenciamos y obedecemos su ley.Somos siervos de Dios a su servicio. En la gran trama de la vida no hemos de insertar ninguna hebra de egoísmo, pues este echaría a perder el diseño. Pero, ¡cuán descuidados pueden ser los hombres! Cuán rara vez hacen suyos los intereses de los dolientes de Dios. Los pobres los rodean por todos lados, pero pasan de largo, descuidados e indiferentes, sin importarles las viudas ni los huérfanos que, dejados sin recursos, sufren pero no hablan de su necesidad. Si los ricos colocaran un pequeño fondo en el banco, a disposición de los necesitados, cuántos padecimientos se ahorrarían. El santo amor de Dios debiera inducir a cada uno a comprender que debe cuidar de algún otro, y así mantener vivo el espíritu de caridad... Con cuánta bondad, misericordia y amor Dios pone sus requisitos delante de sus hijos, diciéndoles lo que deben hacer. Nos honra haciéndonos su mano ayudadora. En vez de quejarnos, regocijémonos porque tenemos el privilegio de servir bajo un Amo tan bueno y misericordioso (Carta 112, 1902).
CAPÍTULO 18
10 (Lev. 18: 21; 20: 2, 3). La prueba del fuego es condenada.
Dios fue un sabio y compasivo Legislador, al juzgar todos los casos rectamente y sin parcialidad. Mientras los israelitas estuvieron bajo el yugo egipcio, estuvieron rodeados por la idolatría. Los egipcios habían recibido tradiciones en cuanto a ofrecer sacrificios. No reconocían la existencia del Dios del cielo. Sacrificaban a sus dioses ídolos. Con gran pompa y ceremonia realizaban su culto a los ídolos. Erigían altares en honor de sus dioses, y requerían que aun sus propios hijos pasasen por el fuego. Después de que habían erigido sus altares, obligaban a sus hijos a saltar por encima de los mismos pasando por el fuego. Si podían hacerlo sin quemarse, los sacerdotes del ídolo y la gente entendían que eso era una evidencia de que su dios aceptaba sus ofrendas y favorecía especialmente a la persona que pasaba por la ordalía del fuego. La llenaban de beneficios y de allí en adelante siempre era muy estimada por todo el pueblo. Nunca se permitía que fuera castigada, por graves que fueran sus crímenes. En cambio, si una persona que saltaba a través del fuego era tan infortunada que se quemaba, su destino quedaba sellado, pues pensaban que sus dioses estaban enojados y sólo se apaciguarían con la vida de la infortunada víctima, de modo que ésta era ofrecida como sacrificio sobre los altares de su ídolo.Aun algunos de los hijos de Israel se habían degradado hasta el punto de practicar estas abominaciones, y Dios permitía que se les quemaran sus hijos a quienes los hacían pasar por el fuego. No llegaron a los extremos de las naciones paganas, pero Dios los privó de sus hijos haciendo que el fuego los consumiera durante el acto de pasar por él.Debido a que el pueblo de Dios tenía ideas confusas de las ofrendas de sacrificios ceremoniales, y había confundido las tradiciones paganas con su culto ceremonial, Dios condescendió en darles instrucciones definidas para que pudieran comprender la verdadera importancia de esos sacrificios que habían de durar sólo hasta que fuera muerto el Cordero de Dios, que era la gran realidad de todos los sacrificios ceremoniales (3SG 303, 304).
CAPÍTULO 23
14. Ninguna inmundicia de cuerpo, palabra o espíritu.
A fin de ser aceptables a la vista de Dios, los dirigentes del pueblo debían prestar estricta atención al estado sanitario de los ejércitos de Israel, aun mientras salían a la guerra. Cada uno, desde el comandante en jefe hasta el más humilde soldado del ejército, tenía la obligación sagrada de preservar la limpieza de su persona y de lo que lo rodeaba, pues los israelitas habían sido escogidos por Dios como su pueblo peculiar. Tenían la sagrada obligación de ser santos en cuerpo y espíritu. No debían ser descuidados ni negligentes de sus deberes personales. En todo respecto habían de preservar la limpieza. No habían de permitir que hubiera nada sucio ni malsano en su ambiente, nada que pudiera mancillar la pureza de la atmósfera. Habían de ser puros interna y externamente [se cita Deut. 23: 14] (Carta 35, 1901).
Conocemos la voluntad de Dios, y cualquier desviación de ella para seguir ideas propias es una deshonra para su nombre, un reproche para su sagrada verdad. Todo lo que se relaciona con el culto de Dios en la tierra ha de tener un parecido notable con las cosas celestiales. No debe haber una desobediencia descuidada de esas cosas, si esperáis que el Señor os favorezca con su presencia. El no tolerará que su obra sea colocada en el mismo nivel de las cosas comunes y temporales (MS 7, 1889).
Todos los que se presentan ante Dios debieran prestar atención especial al cuerpo y a la vestimenta. El cielo es un lugar limpio y santo. Dios es puro y santo. Todos los que vienen ante él debieran atender sus instrucciones y tener el cuerpo y el vestido en una condición limpia y pura, mostrando así respeto propio y respeto por Dios. El corazón también debe ser santificado. Los que hacen esto no deshonrarán el sagrado nombre de Dios rindiéndole culto mientras que sus corazones están contaminados y su vestimenta es sucia. Dios ve esas cosas. Advierte la preparación del corazón, los pensamientos, la limpieza de la apariencia de aquellos que le rinden culto (MS 126, 1901)
.CAPÍTULO 26
8. Maravillas que mostraron el poder de Dios.
De una manera notable el Señor sacó a su pueblo de su larga servidumbre, dando a los egipcios una oportunidad para exhibir la débil sabiduría de sus hombres poderosos y de poner en orden de batalla el poder de sus dioses contra el Dios del cielo. El Señor les mostró, mediante su siervo Moisés, que el Hacedor de los cielos y de la tierra es el Dios viviente y todopoderoso, por encima de todos los dioses. Que su fuerza era más potente que lo más fuerte: que la OMNIPOTENCIA podía sacar a su pueblo con la mano elevada y el brazo extendido. Las señales y los milagros realizados en la presencia de Faraón no fueron sólo para su beneficio sino para provecho del pueblo de Dios, para darle conceptos más claros y más excelsos de Dios y para que todo Israel le temiera y estuviera dispuesto y ansioso de salir de Egipto y elegir el servicio del verdadero y misericordioso Dios. Si no hubiera sido por esas maravillosas manifestaciones, muchos habrían estado satisfechos quedándose en Egipto antes que peregrinar por el desierto (3SG 204, 205).
16- No retengáis nada.
De nuestra parte, no debemos retener nuestro servicio ni nuestros medios si hemos de cumplir nuestro pacto con Dios [se cita Deut. 26: 16]. El propósito de todos los mandamientos de Dios es revelar el deber del hombre no sólo para con Dios sino para con sus prójimos. En este último periodo de la historia del mundo, debido al egoísmo de nuestro corazón, no hemos de cuestionar o disputar el derecho de Dios a establecer esos requerimientos, porque si lo hacemos, nos engañaremos a nosotros mismos y privaremos nuestras almas de las más ricas bendiciones de la gracia de Dios. El corazón, la mente y el alma han de integrarse en la voluntad de Dios. Entonces hallaremos placer en el pacto forjado por los dictados de la sabiduría infinita y hecho obligatorio por el poder y la autoridad del Rey de reyes y Señor de señores. Dios no contenderá con nosotros en cuanto a la obligatoriedad de estos preceptos. Es suficiente que él haya dicho que la obediencia a sus estatutos y leyes constituye la vida y la prosperidad de su pueblo (MS 67, 1907).
18 (Rom. 6: 3, 4). Promesa mutua y bendición mutua.
Las bendiciones del pacto de Dios son mutuas [se cita Deut. 26: 181... Mediante nuestro voto bautismal hemos reconocido y confesado solemnemente al Señor Jehová como nuestro Gobernante. Tácitamente prestamos un juramento solemne -en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo - de que de allí en adelante nuestra vida sería una con la vida de estos tres grandes y admirables Seres, que la vida que viviéramos en la carne seria vivida en fiel obediencia a la sagrada ley de Dios. Nos declaramos muertos, y nuestra vida escondida con Cristo en Dios, para que de allí en adelante podamos caminar con él en novedad de vida como hombres y mujeres que han experimentado el nuevo nacimiento. Reconocimos el pacto de Dios con nosotros, y prometimos buscar las cosas de arriba, donde Cristo se sienta a la diestra de Dios. Por nuestra profesión de fe reconocimos al Señor como nuestro Dios, y nos entregamos para obedecer sus mandamientos. Por la obediencia a la Palabra de Dios testificamos delante de los ángeles y de los hombres que vivimos por cada palabra que procede de la boca de Dios (Ibíd.).
CAPÍTULO 30
15-19 (Jos. 24: 15). La decisión debe ser basada en la evidencia.
No es el plan de Dios obligar a los hombres a que abandonen su incredulidad impía. Delante de ellos están la luz y las tinieblas, la verdad y el error. Ellos deben decidir lo que van a aceptar. La mente humana está dotada de facultades para discriminar entre lo correcto y lo erróneo. No es el designio de Dios que los hombres decidan por impulso sino por el peso de la evidencia, comparando cuidadosamente unos pasajes de la Escritura con otros (Redemption: or the Miracles of Christ [Redención: o los milagros de Cristo], págs. 112, 113). 1138
1 comentario:
Necesitamos leer el comentario de Deuteronomio capitulo 24. Por favor. Gracias
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