miércoles, 24 de septiembre de 2008

LEVITICO:

CAPÍTULO 1
1, 2. Debemos familiarizarnos con la ley levítica.
Hemos de familiarizarnos con la ley levítica en todos sus aspectos, pues contiene reglas que deben ser obedecidas; contiene las instrucciones que, si son estudiadas, nos capacitarán para entender mejor la regla de fe y práctica que hemos de seguir en nuestro trato mutuo. Nadie tiene excusa para estar en tinieblas. Los que reciben a Cristo por fe, también recibirán poder para llegar a ser los hijos de Dios (Carta 3, 1905).
3 (Mal. 1: 13). Cada sacrificio inspeccionado por Dios.
Es Cristo quien escudriña el corazón y prueba las entrañas de los hijos de los hombres. Todas las cosas están desnudas y abiertas ante los ojos de Aquel con quien tenemos que ver, y no hay criatura alguna que sea desconocida ante su vista. En los días del antiguo Israel, los sacrificios traídos al sumo sacerdote eran abiertos hasta la espina dorsal para ver si estaban realmente sanos. Así también los sacrificios que traemos hoy día están abiertos delante del ojo penetrante de nuestro gran Sumo Sacerdote. El abre e inspecciona cada sacrificio traído por los seres humanos, para comprobar si es digno de ser presentado al Padre (MS 42, 1901).
CAPÍTULO 5
6. Traed una ofrenda por el pecado.
Comiencen los miembros de cada familia a trabajar en sus propias casas. Humíllense delante de Dios. Seria bueno tener a la vista una alcancía de ofrendas por el pecado, y que todos los de la casa estén de acuerdo en que cualquiera que hable rudamente a otro o exprese palabras de enojo, eche en la alcancía cierta suma de dinero. Esto los pondría en guardia contra las palabras malas que producen daño no sólo a sus hermanos sino a ellos mismos. Por sí mismo nadie puede dominar el miembro indócil, la lengua. Pero Dios hará la obra para aquel que vaya a él con corazón contrito y con súplica humilde. Con la ayuda de Dios, refrenad vuestra lengua; hablad menos, y orad más (RH 12-3-1895).
CAPÍTULO 8
31. La ofrenda por el pecado del sacerdote que oficiaba.
Los pecados del pueblo eran transferidos en figura al sacerdote oficiante, quien era un mediador para el pueblo. El sacerdote no podía convertirse a sí mismo en ofrenda por el pecado y hacer expiación con su vida, porque también era pecador. Por lo tanto, en vez de sufrir la muerte él mismo, mataba un cordero sin defecto; el castigo del pecado era transferido a la bestia inocente, la que así se convertía en su sustituto inmediato y simbolizaba la ofrenda perfecta de Jesucristo. Mediante la sangre de esa víctima, el hombre por fe miraba en el porvenir la sangre de Cristo que expiaría los pecados del mundo (ST 14-3-1878).
CAPÍTULO 10
1 (cap. 16: 12, 13). Fuego extraño ofrecido hoy.
Dios no ha cambiado.
Es tan minucioso y exigente en sus requisitos hoy como lo fue en los días de Moisés. Pero en los santuarios de culto en nuestros días, con los cantos de alabanza, las oraciones y la enseñanza del púlpito, no hay meramente fuego extraño sino una positiva profanación. En vez de que se prediquen las verdades con la santa unción de Dios, a veces se habla bajo la influencia del tabaco y del coñac. ¡Fuego extraño, ciertamente! ¡La verdad de la Biblia y la santidad de la Biblia se presentan a la gente y se ofrecen las oraciones a Dios mezcladas con el hedor del tabaco! ¡Un incienso tal es completamente aceptable por Satanás! ¡Este es un terrible engaño! ¡Qué ofrenda a la vista de Dios! ¡Qué insulto para Aquel que es santo y mora en luz inaccesible!Si las facultades de la mente estuvieran en sano vigor, los profesos cristianos discernirían que un culto tal no es consecuente. Como Nadab y Abiú, su sensibilidad está tan embotada que no hacen diferencia entre lo sagrado y lo común. Las cosas santas y sagradas son rebajadas a un mismo nivel con su aliento corrompido por el tabaco, su cerebro entorpecido y sus almas contaminadas y manchadas por la complacencia del apetito y la pasión. Los profesos cristianos comen y beben, fuman y mastican tabaco y se convierten en glotones y borrachos para complacer el apetito, ¡y todavía hablan de vencer como venció Cristo! (RH 25-3-1875).
CAPÍTULO 14
4-8 (Juan 1: 29). Dos aves. Una sumergida en sangre.
El maravilloso símbolo del ave viva sumergida en la sangre del ave muerta y luego puesta en libertad para gozar de la vida, es para nosotros el símbolo de la expiación. Había vida y muerte mezcladas, que presentaban el tesoro escondido al investigador de la verdad, la unión de la sangre perdonadora con la resurrección y vida de nuestro Redentor. El ave muerta estaba sobre aguas vivas; esa corriente que fluía era un símbolo de la siempre fluyente y siempre limpiadora eficacia de la sangre de Cristo, el Cordero muerto desde la fundación del mundo, la fuente que estuvo abierta para Judá y para Jerusalén, en la cual podían lavarse y quedar limpios de toda mancha de pecado. Debemos tener libre acceso a la sangre expiatorio de Cristo. Debemos considerar esto como el privilegio más precioso, la mayor bendición jamás concedida al hombre pecador. ¡Y cuán poca importancia se da a este gran don! ¡Cuán profunda, cuán amplia y cuán continua es esta corriente! Para cada alma sedienta de santidad hay reposo, hay descanso, hay la influencia vivificadora del Espíritu Santo y luego el santo, feliz y pacífico caminar y la preciosa comunión con Cristo. Entonces, oh entonces, podemos decir inteligentemente con Juan: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Carta 87, 1894).
CAPÍTULO 16
23, 24. Vestiduras del sumo sacerdote.
Así como el sumo sacerdote ponía a un lado su traje pontifical y oficiaba revestido con el traje de lino blanco de un sacerdote común, así también Cristo se despojó a sí mismo, tomó la forma de un siervo y ofreció sacrificio, siendo él mismo el sacerdote y la víctima. Así como el sumo sacerdote, después de realizar su servicio en el lugar santísimo, salía con sus ropas pontificales ante la congregación que lo esperaba, así también Cristo vendrá la segunda vez revestido con las vestimentas gloriosas del blanco más puro, "tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos". Vendrá con su propia gloria y la gloria de su Padre, como Rey de reyes y Señor de señores, y toda la hueste angélica lo escoltará en su trayecto (MS 113, 1899).
CAPÍTULO 17
11 (Mat. 26: 28; Heb. 9: 22). La sangre era sagrada.
La sangre del Hijo de Dios era simbolizada por la sangre de la víctima sacrificada, y Dios quería que se preservaran claras y definidas ideas entre lo sagrado y lo común. La sangre era sagrada, puesto que sólo mediante el derramamiento de la sangre del Hijo de Dios podía haber expiación del pecado (ST 15-7-1880).
CAPÍTULO 25
10. Año del jubileo.
Cada quincuagésimo año, el año del jubileo, las heredades de la tierra debían ser devueltas a sus dueños originales. "Ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión", declaró Dios.Así educó el Señor a su pueblo en su sabiduría infinita. Sus requerimientos no eran arbitrarios. Relacionada con toda la instrucción recibida por el pueblo de la Fuente de toda luz estaba la consecuencia de la obediencia y de la desobediencia. Se les enseñó que la obediencia les traería la más rica gracia espiritual y los capacitaría para distinguir entre lo sagrado y lo común. La desobediencia también traería un resultado seguro. Si el pueblo decidía administrar la tierra valiéndose de su propia sabiduría encontraría que el Señor no efectuaría milagros para contrarrestar los males que estaba tratando de evitarle.El Señor presentó a su pueblo el rumbo que debía seguir si quería ser una nación próspera e independiente. Si le obedecía, declaró que la salud y la paz serían suyas y la tierra daría sus productos bajo la supervisión divina (MS 121, 1899).1
8-22. Las leyes de la agricultura y del diezmo, una prueba.
El sistema del diezmo fue instituido por el Señor como el mejor medio posible para ayudar al pueblo a llevar a cabo los principios de la ley. Si esa ley era obedecida, al pueblo se le confiaría la viña entera, toda la tierra [se cita Lev. 25: 18-22]...Los hombres debían cooperar con Dios en la restauración de la salud de la tierra enferma para que pudiera resultar en alabanza y gloria para el nombre divino. Y así como la tierra que poseían, si era cuidada con habilidad y fervor, produciría sus tesoros, así también sus corazones, si eran regidos por Dios, reflejarían el carácter de Dios...En las leyes que dio Dios para el cultivo del suelo, estaba dando al pueblo la oportunidad de vencer su egoísmo y tener inclinación por las cosas celestiales. Canaán sería como el Edén si obedecen la Palabra del Señor. Mediante ellos, el Señor tenía el propósito de enseñar a todas las naciones del mundo cómo cultivar el suelo para que diera frutos sanos y libres de enfermedad. La tierra es la viña del Señor, y ha de ser tratada de acuerdo con su plan. Los que cultivaban el suelo habían de comprender que estaban haciendo el servicio de Dios. Estaban tan ciertamente en su destino y lugar como lo estaban los hombres nombrados para ministrar en el sacerdocio y en la obra relacionada con el tabernáculo. Dios dijo al pueblo que los levitas eran una dádiva para ellos, y no importa cuál fuera su oficio, habían de ayudar a sostenerlos (Ibíd.).

2 comentarios:

Unknown dijo...

buenos dias! quisiera saber si aun son vigentes las fiestas del capitulo 23 ? o son estadas ya eleminadas? gracias si me dan versos biblicos que lo sostengan!

Don Omar dijo...

Muchas gracias por compartir. Bendiciones