jueves, 25 de septiembre de 2008

NEHEMIAS:

CAPÍTULO 1
1.Hombres oportunos y de principios.-
Nehemías y Esdras son hombres oportunos. El Señor tenía una obra especial para ellos. Debían exhortar al pueblo a que recapacitara en su conducta y viera dónde había cometido sus faltas, pues el Señor no había permitido sin causa que su pueblo quedara indefenso y confundido y fuera llevado en cautiverio. El Señor bendijo especialmente a estos hombres por defender la rectitud. Nehemías no fue consagrado como sacerdote ni profeta, pero el Señor lo usó para que hiciera una obra especial. Aunque se lo eligió como caudillo del pueblo, su fidelidad a Dios no dependió de su cargo.
El Señor no permitirá que se estorbe su obra, aunque los obreros resulten ser indignos. Dios tiene una reserva de hombres preparados para hacer frente a la necesidad, de modo que su obra se preserve de toda influencia contaminadora. Dios recibirá el honor y la gloria. Cuando el Espíritu divino impresiona la mente del hombre designado por Dios como idóneo para la obra, él responde diciendo: "Heme aquí, envíame a mí'.
Dios mostró al pueblo por quien había hecho tanto, que no toleraría sus pecados. No actuó por medio de los que se negaban a servirle con sinceridad de propósitos, los que se habían corrompido delante de él, sino me-
diante Nehemías, pues éste estaba registrado en los libros del cielo como un hombre. Dios ha dicho: "Honraré a los que me honran". Nehemías demostró que era un hombre a quien Dios podía usar para derribar falsos principios y para restaurar los principios emanados del cielo; y Dios lo honró. El Señor quiere usar en su obra a hombres que sean como de acero en su lealtad a los principios, y que no se dejen desviar por las sofisterías de los que han perdido su visión espiritual.
Nehemías fue elegido por Dios porque estaba dispuesto a cooperar con el Señor como restaurador. Se usaron falsedad e intriga para pervertir su integridad, pero él no se dejó sobornar. No se dejó corromper por los ardides de hombres sin principios a quienes otros habían empleado para que hicieran una mala obra. No permitió que lo intimidaran para que procediera cobardemente. Cuando vio que se actuaba mediante principios equivocados, no permaneció como un espectador, ni dio consentimiento con su silencio. No dejó que el pueblo llegara a la conclusión de que él estaba de parte del error. Se definió firme e irreductiblemente por lo correcto. Se negó a prestar un ápice de influencia a la perversión de los principios que Dios ha establecido. Cualquiera fuese el proceder de otros, podía decir: "Pero yo no lo hice así, a causa del temor de Dios".
En su obra, Nehemías siempre tuvo en cuenta el honor y la gloria de Dios. Los gobernadores que le precedieron habían tratado injustamente al pueblo, "y tomaron de ellos por el pan y por el vino más de cuarenta siclos de plata, y aun sus criados se enseñoreaban del pueblo; pero yo no lo hice así -declaró Nehemías-, a causa del temor de Dios" (RH 2-5-1899).
5-11. Una oración que debe estudiarse.-
[Se cita Neh. l: 5, 6.] No sólo dijo Nehemías que Israel había pecado. Arrepentido, reconoció que él y la casa de su padre habían pecado. "Nos hemos corrompido contra ti", dice, colocándose entre los que habían deshonrado a Dios al no permanecer firmemente de parte de la verdad... [Se cita Neh. l: 711.]
Nehemías se humilló ante Dios y le dio la gloria debida a su nombre. Así también lo hizo Daniel en Babilonia. Estudiemos las oraciones de estos hombres. Nos enseñan que debemos humillarnos, pero que nunca hemos de borrar la línea de demarcación entre el pueblo observador de los mandamientos de Dios y los que no respetan su ley.
Todos necesitamos acercarnos a Dios. El se acercará a los que se aproximen a él con humildad, llenos de un santo temor por su sagrada majestad, y que están ante él separados del mundo (MS 58, 1903).
6, 7. Nehemías confiaba en la fidelidad de Dios.-
Aferrándose firmemente de la promesa divina, Nehemías depositaba sus peticiones ante el estrado de la misericordia celestial para que Dios sostuviera la causa de su pueblo arrepentido, le restaurara su fortaleza y edificara sus lugares asolados. Dios había cumplido sus amenazas cuando su pueblo se separó de él; lo había esparcido entre las naciones, de acuerdo con su Palabra. Y en ese mismo hecho Nehemías hallaba la seguridad de que él sería igualmente fiel en cumplir sus promesas (SW 1-3-1904).
CAPÍTULO 2
4.(Rom. 12: 12). La oración constante.-
Dios, en su providencia, no permite que conozcamos el fin desde el principio, sino que nos da la luz de su Palabra para guiarnos mientras avanzamos, y nos ordena que mantengamos la mente fija en Jesús. Doquiera estemos, cualquiera sea nuestra ocupación, debemos elevar el corazón a Dios en oración.
Esto es ser constantes en la oración. No necesitamos esperar hasta que podamos arrodillarnos antes de que oremos. En una ocasión, cuando Nehemías se presentó ante el rey, éste le preguntó por qué parecía tan triste y qué pedido tenía para presentarle. Pero Nehemías no se atrevió a responder inmediatamente. Estaban en juego importantes intereses. La suerte de una nación dependía de la impresión que entonces se hiciera en la mente del monarca, y en ese mismo instante Nehemías elevó una oración al Dios del cielo antes de atreverse a responder al rey. El resultado fue que obtuvo todo lo que pidió o aun deseó (HS 144).
8, 18. Nehemías reconoce la buena mano de Dios.-
El Señor requiere que escondamos nuestro yo en Jesucristo y dejemos que toda la gloria sea de Dios. Nuestra vida es del Señor, y está investido con una responsabilidad que no comprendemos plenamente. Los hilos del yo se han entretejido en la trama, y eso ha deshonrado a Dios. Nehemías, después de ganar una gran influencia sobre el monarca en cuya corte vivía, y sobre su propio pueblo de Jerusalén, en vez de atribuir la alabanza a sus propios excelentes rasgos de carácter, a su notable aptitud y energía, declaró las cosas tales como eran. Afirmó que su éxito se debía a la buena mano de Dios que estaba sobre él. Atesoraba la verdad de que Dios era su salvaguardia en todo cargo de influencia. Por cada rasgo de carácter mediante el cual obtenía favores alababa el poder de Dios que actuaba por medio de sus instrumentos invisibles. Y Dios le dio sabiduría porque no se exaltó. El Señor le enseñó cómo usar en la mejor forma posible los dones confiados a él, y bajo el cuidado de Dios esos talentos ganaron otros talentos. Los instrumentos divinos podían trabajar mediante este instrumento humano (Carta 83, 1898).
12-15. Los ángeles ven la iglesia como Nehemías veía a Jerusalén.-
Con corazón dolorido, el visitante que vino de lejos contempló en ruinas las defensas de su amada Jerusalén. ¿Y acaso no es así como los ángeles del cielo ven la condición de la iglesia de Cristo? Como los moradores de Jerusalén, también nosotros nos acostumbramos a los males que hay, y con frecuencia nos contentamos sin hacer esfuerzo alguno para remediarlos. Sin embargo, ¿cómo son considerados esos males por los seres iluminados divinamente?
Al igual que Nehemías, ¿no miran ellos con corazón dolorido las murallas en ruinas y las puertas quemadas con fuego?
¿No son visibles por doquiera las vergonzosas muestras de apostasía y de conformidad con un mundo que ama el pecado y odia la verdad? En estos días de oscuridad y peligro, ¿quién puede erguirse en defensa de Sión para hacerle algún bien? Su condición espiritual y sus perspectivas no están de acuerdo con la luz ni los privilegios que Dios le ha conferido (SW 22-3-1904).
17, 18. Se necesitan Nehemías.-
Se necesitan hoy hombres como Nehemías en la iglesia. No sólo hombres que puedan orar y predicar, sino hombres cuyas oraciones y cuyos sermones estén sostenidos con propósitos firmes y decididos. La conducta seguida por este patriota hebreo para la realización de sus planes debiera ser adoptada por ministros y dirigentes. Cuando han trazado sus planes debieran presentarlos a la iglesia en tal forma que ganen su interés y cooperación. Que la gente entienda los planes y participe en la obra, y entonces tendrá un interés personal en su prosperidad. El éxito alcanzado por los esfuerzos de Nehemías muestra lo que lograrán la oración, la fe y la acción sabia y decidida. Una fe viviente promoverá una acción decidida. El espíritu manifestado por el dirigente se reflejará en el pueblo. Si los dirigentes que profesan creer las verdades solemnes e importantes que han de ser una prueba para el mundo en este tiempo no manifiestan un celo ardiente a fin de preparar a un pueblo que esté en pie en el día de Dios, debemos esperar que la iglesia sea descuidada, indolente y amante de los placeres (SW 29-3-1904).
Necesitamos hombres como Nehemías en esta época del mundo, para que despierten a la gente y le haga ver cuán lejos está de Dios debido a la transgresión de su ley. Nehemías era un reformador, un gran hombre suscitado para un momento importante. Cuando se enfrentó al mal y a toda suerte de oposición, se despertó un nuevo valor y celo. Su energía y determinación inspiraron a los habitantes de Jerusalén; y la fortaleza y el valor tomaron el lugar de la debilidad y el desánimo. Fueron contagiosos su propósito santo, su gran esperanza, su alegre consagración al trabajo. La gente captó el entusiasmo de su caudillo, y en su esfera cada hombre se con-
virtió en un Nehemías, y ayudó a fortalecer la mano y el corazón de su vecino. Aquí hay una lección para los ministros de los días de hoy. Si son indiferentes, inactivos, desprovistos de un celo piadoso, ¿qué se puede esperar del pueblo al cual ministran? (SW 28-6-1904).
CAPÍTULO 4
1-8. Satanás todavía usa el desprecio y la burla.-
El caso de Nehemías se repite en la historia del pueblo de Dios en este tiempo. Los que trabajan en la causa de la verdad encontrarán que no pueden realizarla sin provocar la ira de sus enemigos. Aunque han sido llamados por Dios para la obra en que están ocupados y su conducta es aprobada por él, no pueden escapar de los reproches y las burlas. Serán acusados de visionarios, indignos de confianza, maquinadores de ardides, hipócritas; en resumen, cualquier cosa que convenga a los propósitos de sus enemigos. Las cosas más sagradas se enfocarán de modo que parezcan ridículas, para diversión de los impíos. Una pequeñísima cantidad de sarcasmo y humor ruin -unidas con envidia, celos, impiedad y odio- es suficiente para excitar la algazara del burlador profano. Y estos insolentes burladores aguzan mutuamente su ingenio y uno a otro se envalentonan en su obra blasfema. El desprecio y la burla ciertamente son dolorosos para la naturaleza humana, pero los deben soportar todos los que son leales a Dios. Satanás utiliza la táctica de desviar así a las almas para que no hagan la obra que el Señor les ha confiado.
Los altivos burladores no son dignos de confianza. Sin embargo, así como Satanás halló en las cortes celestiales un grupo que simpatizaba con él, ellos también encuentran, entre los que profesan ser seguidores de Cristo, a individuos en quienes pueden influir; quienes los creen honestos, quienes simpatizan con ellos, interceden en su favor y llegan a estar saturados con su espíritu. Los que están en desacuerdo en casi cualquier otra cosa, se unirán para perseguir a los pocos que se atreven a seguir por la senda recta del deber. Y la misma enemistad que induce al desprecio y la burla, en una ocasión favorable inspirará medidas más violentas y crueles especialmente cuando los obreros de Dios son activos y tienen éxito (SW 12-4-1904).
7-9. Unión mediante un vínculo inspirado por el dragón.-
Un espíritu de odio y oposición a los hebreos formó un vínculo de unión y creó simpatía mutua entre diferentes grupos de hombres que, de otra manera, podrían haber peleado entre sí. Esto ilustra lo que con frecuencia veremos en nuestros días en la unión de hombres de diferentes denominaciones para oponerse a la verdad presente. El único vínculo que existe, por su naturaleza, parece ser el que procede del dragón, y se manifiesta en odio y rencor contra el remanente que guarda los mandamientos de Dios. "Entonces oramos a nuestro Dios, y por causa de ellos pusimos guarda contra ellos de día y de noche".
Estamos en constante peligro de volvernos autosuficientes; de confiar en nuestra propia sabiduría y no hacer de Dios nuestra fortaleza. Nada perturba más a Satanás que el hecho de que no ignoremos sus artimañas. Si reconocemos nuestros peligros, sentiremos nuestra necesidad de oración como la sintió Nehemías, y como él obtendremos esa fuerte defensa que nos dará seguridad en los peligros. Si somos descuidados e indiferentes, ciertamente seremos vencidos por las artimañas de Satanás. Debemos ser vigilantes. Al igual que Nehemías, mientras recurrimos a la oración y llevamos nuestras perplejidades y cuidadosa Dios, no debiéramos creer que no tenemos nada que hacer. Debemos velar tanto como orar. Debiéramos vigilar la obra de nuestros adversarios para que no obtengan ventajas engañando a las almas. Con la sabiduría de Cristo, debemos hacer esfuerzos para desbaratar sus propósitos, al mismo tiempo que no debiéramos permitir que nos aparten de nuestra gran obra. La verdad es más poderosa que el error. La rectitud prevalecerá sobre la injusticia...
Encontraremos toda suerte de oposición como les sucedió a los edificadores de los muros de Jerusalén. Pero si velamos, oramos y trabajamos como ellos lo hicieron, Dios librará nuestras batallas por nosotros y nos dará preciosas victorias (RH 6-7-1886).
CAPÍTULO 6
3. La forma de hacer frente a amenazas intimidatorias.-
Encontraremos la más terrible oposición de parte de los que se oponen a la ley de Dios; pero, a semejanza de los edifi-cadores de los muros de Jerusalén, no debemos dejarnos desviar de nuestro trabajo ni ser estorbados de él por informes, por mensajeros que desean discutir o crear controversias, o por amenazas intimidatorias, por la publicación de falsedades, ni por ninguna de las argucias que Satanás pueda instigar. Nuestra respuesta debiera ser: "Estamos ocupados en tina gran obra, y no podemos dejarla". A veces estaremos perplejos por saber qué conducta debiéramos seguir para preservar el honor de la causa de Dios y para defender su verdad.
El proceder de Nehemías debe causarnos una fuerte impresión en cuanto a la forma de hacer frente a esta clase de oponentes. Debemos llevar todas estas cosas al Señor en oración, así como Nehemías le suplicó mientras se humillaba en espíritu. El se aferró de Dios con fe invariable.
Esta es la conducta que debiéramos seguir. El tiempo es demasiado precioso para que los siervos de Dios lo dediquen a defender su propio carácter denigrado por los que odian el día de reposo del Señor. Debiéramos avanzar con confianza inmutable, creyendo que Dios dará a su verdad grandes y preciosas victorias. Con humildad, mansedumbre y pureza de vida, dependiendo de Jesús, llevaremos con nosotros el poder convincente de que tenemos la verdad (RH 6-7-1886).
CAPÍTULO 9
Los principios bíblicos contra las costumbres de los hombres.-
En el capítulo noveno de Nehemías se registran las obras del Señor a favor de su pueblo, y se destacan los pecados de éste cuando se apartó de Dios. Esos pecados habían separado al pueblo de su Dios, y éste le había permitido caer bajo el dominio de naciones paganas.
Esta historia se ha registrado para nuestro beneficio. Lo que ha sucedido, sucederá, y necesitamos recurrir a Dios en busca de consejo. No debemos confiar en los consejos de los hombres. Necesitamos mayor discernimiento para que podamos distinguir entre la verdad y el error. La historia de los hijos de Israel muestra los resultados seguros de desviarse de los principios bíblicos hacia las costumbres y prácticas de los hombres. El Señor no apoyará ningún plan que satisfaga el egoísmo de los hombres y haga daño a la
obra divina. No dejará prosperar las maquinaciones que aparten de la fidelidad a sus mandamientos. El demanda que los talentos prestados al hombre éste los use para andar en su camino y hacer justicia y juicio, ya sea para derribar, o para restaurar y edificar. Dios no quiere que sigamos la sabiduría de los hombres que han desobedecido su Palabra y se han convertido a sí mismos en un baldón por sus prácticas y consejos (RH 2-5-1899).
6-15.
Ver EGW com. Exo. 20: 1-17, t. I, págs. 1117, 1118.
38 (Neh. 10: 29). Unidos en un pacto solemne.
Sería una escena muy agradable para Dios y los ángeles el que sus seguidores de esta generación se unieran como lo hizo el Israel de antaño [se refiere especialmente al reavivamiento de los días de Nehemías], en un pacto solemne, para guardar y cumplir "todos los mandamientos, decretos y estatutos de Jehová nuestro Señor" (SW 7-6-1904).

2 comentarios:

Unknown dijo...

Gacias por este sermón.

Esta muy bien para seguir motivado a la feligresía y espantar aquellos hermanos que tienen envidia y tratan de "detener" la obra de Dios

Unknown dijo...

Muy bueno,gracias