jueves, 25 de septiembre de 2008

2 DE SAMUEL:

CAPÍTULO 12
1-14. La convicción que David tuvo de su culpabilidad lo condujo a la salvación.-
La parábola de la corderita que el profeta Natán presentó al rey David puede ser estudiada por todos. El rey ignoraba totalmente lo que se pensaba de su proceder con Urías, pero la parábola lo iluminó haciéndole comprender lo que se podía pensar de él. Mientras seguía su camino de complacencia propia y violación del mandamiento, le fue presentada la parábola de un rico que quitó a un pobre su única corderita. Pero el rey estaba tan completamente embargado por su pecado que no comprendió que él era el pecador. Cayó en la trampa, y con gran indignación pronunció su sentencia suponiendo que se trataba de otro hombre a quien condenaba a muerte. Cuando le fue presentada la aplicación y se le hicieron ver claramente los hechos, y cuando Natán dijo: "Tú eres aquel hombre; inconscientemente te has condenado a ti mismo", David quedó abrumado. No tuvo palabras con qué disculpar su conducta.
Esta experiencia fue penosísima para David, pero sumamente beneficiosa. Si no hubiera sido por el espejo que Natán sostuvo delante de él -en el cual tan claramente reconoció su propia semejanza- habría proseguido sin estar convencido de su aborrecible pecado, y habría sido destruido. La convicción de su culpabilidad fue la salvación de su alma. Se vio a sí mismo bajo otra luz, como el Señor lo veía, y mientras vivió se arrepintió de su pecado (Carta 57, 1897).
13. (1 Rey. 3: 14.) David no presentó excusas.-
David se despertó como de un sueño. Experimentó la sensación de su pecado. No procuró excusar su conducta ni paliar su pecado como lo hizo Saúl, sino que con remordimiento y sincero pesar inclinó la cabeza delante del profeta de Dios, y reconoció su culpabilidad . . .
David no manifestó el espíritu de un inconverso. Si hubiera estado movido por el espíritu de los gobernantes de las naciones que lo rodeaban no habría tolerado que Natán le presentara el cuadro de su crimen con sus colores verdaderamente abominables, sino que le habría quitado la vida al fiel reprensor. Pero a pesar de la excelsitud de su trono y su poder ilimitado, su humilde reconocimiento de todo aquello de que era acusado es una evidencia de que todavía temía la palabra de Dios y temblaba ante ella (1SP 378, 381).
25 (1 Rey. 3: 3). No sentir la necesidad lleva a la presunción.-
Fue ilustre la juventud de Salomón porque estuvo en relación con el cielo, dependió de Dios e hizo de él su fortaleza. Dios lo había llamado Jedidías, que interpretado significaba, "el amado de Jehová". Había sido el orgullo y la esperanza de su padre, y era muy amado por su madre. Había estado rodeado por todas las ventajas mundanales que pudieran servir para mejorar su educación y para aumentar su sabiduría; pero por otro lado, la corrupción de la corte lo inducía a amar las diversiones y a complacer sus apetitos. Nunca sintió la falta de recursos para satisfacer sus deseos y nunca tuvo necesidad de practicar la abnegación.
A pesar de todas estas circunstancias objetables, el carácter de Salomón fue conservado puro durante su juventud. El ángel de Dios pudo hablar con él durante la noche, y se 1018 cumplió fielmente la promesa divina de darle comprensión y juicio, y calificarlo plenaniente para que cumpliera con sus responsabilidades. En la historia de Salomón encontramos la seguridad de que Dios hará grandes cosas por quienes le aman, son obedientes a sus mandamientos y confían en él como su garantía y fortaleza.
Muchos de nuestros jóvenes naufragan en el peligroso viaje de la vida porque son autosuficientes y atrevidos. Siguen sus inclinaciones, y son seducidos por las diversiones y la complacencia del apetito hasta que se forman hábitos que se convierten en grillos que no pueden romper y que los arrastran a la ruina . . . Si a semejanza del joven rey Salomón, los jóvenes de nuestros días sintieran su necesidad de sabiduría celestial y procuraran desarrollar y fortalecer sus facultades superiores, y las consagraran al servicio de Dios, su vida mostraría grandes y nobles resultados, lo que se traduciría en una felicidad pura y santa para ellos mismos y para muchos otros (HR abr. 1878).
CAPÍTULO 16
10,1l.David aceptó la humillación como algo necesario.-

[Se cita 2 Sam. 16: 10, 11.] Él [David] reconoció así delante de su pueblo y de los hombres principales, que ése era el castigo que Dios le había infligido debido a su pecado, el cual había dado a los enemigos de jehová ocasión de blasfemar-, y permitió que el enfurecido benjamita pudiera realizar su parte en el castigo predicho; pero si él soportaba esas cosas con humildad, el Señor disminuiría su aflicción y convertiría en una bendición la maldición de Simei. David no manifestó el espíritu de sin hombre inconverso. Demostró que había tenido una experiencia en las cosas de Dios. Manifestó una buena disposición para recibir la corrección de Dios, y depositó su confianza en él como su única esperanza. Dios recompensó la humilde confianza que David depositaba en él, desbaratando el consejo de Ahitofel y preservándole la vida (1SP 383).
CAPÍTULO 19
16,18-23.Simei confesó su falta; David lo perdonó.-
Después de la muerte de Absalón, Dios mudó el corazón de los israelitas para que todos, como un solo hombre, estuvieran de parte de David. Simei, que había maldecido a David durante su humillación, temiendo por su vida, estuvo entre los primeros rebeldes que fueron al encuentro del rey cuando volvió a Jerusalén. Confesó que se había rebelado contra David. Los que fueron testigos de su proceder injurioso instaron a David para que no le perdonara la vida porque había maldecido al ungido de Jehová; pero David los reprochó. No sólo le preservó la vida a Simei sino que lo perdonó misericordiosamente. Si David hubiese tenido un espíritu vengativo, fácilmente podría haberle dado rienda suelta haciendo morir al culpable (1SP 384).
CAPÍTULO 24
1-14.
Ver Com. de EGW 1 Crón. 21: 1-13.
15-25.
Ver com. de EGW 1 Crón. 21: 14-27.

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